La sombra de Fray
Tomás de Torquemada es alargada, oscura y supera con creces la realidad
histórica de la España del siglo XV. El nombre del
Tribunal de la Santa Inquisición arrostra una leyenda negra en la que el nombre
de Torquemada destaca como un símbolo que ha trascendido las fronteras de la
propia España.
Retirado en el convento de Santo
Tomás de Ávila, que él mismo fundó, Tomás de
Torquemada, cuya figura ha acabado convertida en paradigma
de la intolerancia, la represión y la crueldad, moría allí el
16 de septiembre de 1498.
UN FRAILE DE
ASCENDENCIA JUDÍA
Tomás de Torquemada había nacido el
14 de octubre de 1420 probablemente en Valladolid, aunque algunas fuentes
apuntan que fue en la localidad homónima de Torquemada, en la provincia de
Palencia. De familia con ascendencia judía, Torquemada fue sobrino del
cardenal y teólogo dominico Juan de Torquemada, el cual había sido confesor
del rey Juan II de Castilla.
Tras ordenarse fraile dominico en el
Convento de San Pablo, Torquemada fue nombrado prior del convento de
Santa Cruz de Segovia, donde impuso la estricta regla dominica y donde su
"prudencia, rectitud y santidad" tuvieron una gran influencia sobre
los reyes de Castilla y Aragón.
En 1567, el dominico fray Juan de la
Cruz, publicó una crónica en la que resaltaba el carácter austero de
Torquemada: "Nunca quiso ningún título ni ningún cargo" y a pesar de
que sólo tenía el título de bachiller en Teología y nunca alcanzó el grado de
maestro, Juan de la Cruz resaltó que “por sus letras lo merecía, porque era muy
docto".
Su austeridad también afectó a su
familia cuando hizo que su hermana ingresase en un convento de beatas dominicas
en lugar de concederle una dote para que pudiera casarse. Sin embargo, y a pesar de que rehusó el arzobispado de Sevilla,
Torquemada vivió en lujosos palacios donde fue atendido por numerosos criados.
Acumuló asimismo una gran
fortuna, que procedía en parte de los bienes confiscados a los herejes, que
donó a sus parientes y allegados, a los monasterios de Santa Cruz de
Segovia y Santo Tomás de Ávila. La ambición de Torquemada y su
paciencia dieron sus frutos cuando fue propuesto para los importantes
cargos de confesor real y, luego, de inquisidor general.
DE CONFESOR
REAL A GRAN INQUISIDOR
Como confesor real, parece que tuvo
una gran ascendencia sobre la reina Isabel la
Católica. Posteriormente fue nombrado
inquisidor general. Su nombramiento no fue fortuito, y aunque no es atribuible
a Torquemada toda la responsabilidaden la creación de la Inquisición,
su elección para tan influyente cargo recayó en él por ser considerado capaz de
poner en marcha un tribunal organizado bajo las premisas marcadas por
la monarquía, en el que estaba llamado a desempeñar un papel relevante al
ser él mismo un ferviente partidario de medidas de fuerza contra los herejes.
Durante los diez
años en los que el fraile dominico estuvo al
frente del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, hasta
la orden de expulsión de los judíos en 1492, al parecer hubo más de tres mil ejecuciones y
un número varias veces superior de encarcelamientos, confiscaciones, torturas y
degradaciones públicas.
Las decisiones de Torquemada le
acabaron acarreando enemistades de muy diversa índole, y debido a su temor a
posibles atentados, los reyes le concedieron una escolta para que le acompañase
durante sus viajes.
Durante sus últimos
años, Torquemada fue perdiendo paulatinamente el favor real –en la corte corría
el rumor de que parecía querer controlarlo todo–. La misma reina Isabel llegó a
decir del poderoso fraile: "Tanta
era la autoridad que tenía con los príncipes y la santa osadía con que los
hablaba lo que convenía, que, como eran hombres y señores, después de algunos
años que con él se confesaron deseaban apartarle de sí".
Las quejas contra Torquemada acabaron llegando a Roma y en
1494 el papa Alejandro VI nombró a cuatro inquisidores más con
atribuciones similares a las de Torquemada. Aunque la excusa que se dio para
dichos nombramientos fue la de la avanzada edad de fray Tomás, al parecer lo
que se pretendió en realidad fue restar poder a
la institución que el dominico había levantado por orden
real.
Pero
este no fue el fin de la Inquisición en España. Hasta su abolición, en el año 1834, el Tribunal del Santo Oficio marcó
trágicamente la vida española con un sello de intolerancia. De hecho, la última ejecución llevada a cabo por un tribunal religioso en España
fue la del maestro Cayetano Ripoll en 1826, que murió en la horca tras ser condenado por el Tribunal de
la Fe de la ciudad de Valencia.
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