miércoles, 17 de octubre de 2012

“TIZA y CARBON,
el Peronismo en las paredes”
Este fue el lema de la muestra organizada por el Honorable Concejo Deliberante de Merlo para recordar un antes y un después del 17 de octubre de 1945.
En el Distrito de Merlo se conmemora apasionadamente  el Día de la Lealtad, en el que se recuerda cómo miles de hombres y mujeres obreros , marcharon a Plaza de Mayo para reclamar en forma pacífica la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón, que se encontraba preso en la isla Martín García, y marca el nacimiento del peronismo como movimiento.
Un poco de historia para los más jóvenes: "Era el subsuelo de la Patria sublevado", interpretó Raúl Scalabrini Ortiz el trueno popular del 17 de Octubre de 1945. Buenos Aires, refinada y culta, reflejada en el espejo y el hogar de Europa, observaba impávida el espectáculo de una masa que reclamaba a gritos su ingreso definitivo al libro entonces en blanco de la evolución política. Las extensas y compactas caravanas de obreros recorrían los barrios desde las ciudades y pueblos fabriles del Gran Buenos Aires y la Capital Federal.
Los peronistas somos alegres y trabajadores, recalco el Jefe comunal de Merlo.
El sol jadeaba, se quemaba en sí mismo y caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, como el coronel de la voz inconfundible prometió quemarse en una llama épica apenas dos años antes, cuando anunció -el 2 de diciembre de 1943, al asumir como secretario de Trabajo y Previsión-, "el inicio de la era de la política social argentina".
Un pueblo a la deriva se debatía entre la marginalidad, la miseria y la desesperación. Una Nación permanecía en el letargo. Era preciso sacudir la modorra. Todo estaba preparado para consumar un nuevo fraude. Propietarios de ingenios, de obrajes, banqueros y ganaderos organizaron de forma meticulosa la sucesión de Ramón Castillo, integrante del rancio conservadurismo local.
El sacudón llegó con las primeras luces de junio de 1943. La revolución tenía un ideólogo, un mentor, un profeta que permanecía a la espera. Perón tenía un claro proyecto político y una inédita cosmovisión de los problemas argentinos. La tarea social desplegada desde Trabajo y Previsión -anacrónico y antiguo Departamento del Trabajo- cosechó sus frutos dos años después.
El Ejército, al mando del general Eduardo Avalos, interpretó que Perón "hacía y deshacía" y que su poder ya "no tenía límites". Sobrevino entonces una conspiración interna para inhumar la obra de transformación social emprendida. La partidocracia toda asistía horrorizada al espectáculo del romance surgido entre Perón y la raíz de la tierra. Ello dividió claramente las aguas. Los partidos tradicionales, aglutinados luego en la Unión Democrática, presionaron. Reclamaban "elecciones libres" que nunca ofrecieron y la entrega provisional del gobierno a la Corte.

El coronel fue detenido el 8 de octubre, en el quincuagésimo aniversario de su natalicio, obligado a renunciar a todos sus cargos y trasladado a la húmeda isla de Martín García. La sociedad porteña se tranquilizó. Hubo asambleas, plenarios, gritos revolucionarios y expresiones más moderadas. Por último, la CGT declaró una huelga general y nacional para el 18 de octubre.
Pero los trabajadores franquearon las formalidades. En la madrugada de aquel tórrido 17, grupos cada vez más numerosos de obreros provenientes de los barrios más humildes de la Capital y el Gran Buenos Aires comenzaron a trasladarse por todos los medios hacia la Plaza de Mayo.
El 17 de octubre significó la ruptura de un sistema y el nacimiento de la democracia social -no de la socialdemocracia- con una sólida base de sustentación de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo -como instrumentó el fascismo- y con una cultura del trabajo y de las propias posibilidades que hicieron factible el crecimiento sostenido durante una década. La mayor movilización de masas de las primeras décadas del siglo XX se sacudía en la vieja Plaza de Mayo. Los balcones oficiales estaban protegidos aún con toldos para disimular el sol. La multitud, nunca antes observada de cerca por la pintoresca Buenos Aires, jadeaba y se refrescaba los pies en las añejas fuentes del paseo. Había marchado desde el amanecer hacia ese espacio al grito de "Queremos a Perón" y decidió no retroceder. Era conciente de su destino. No se amedrentó cuando los grupos conspiradores del Ejército y la Armada amenazaron ametrallarla.
Fueron casi dieciséis horas de espera y vigilia. Hasta que en plena noche se hizo la luz y, un Perón radiante y feliz, apareció con los brazos bien abiertos en los balcones por primera vez. Convocó a la unidad de los trabajadores -"única forma de vencer y de construir una verdadera Nación", aseguró esa noche- y, conciente del cansancio de su pueblo, que reclamó a gritos que el día siguiente fuese "San Perón", finalmente concedió.
La historia argentina se caracterizó por el fenecimiento de los movimientos populares tan pronto como sus mentores desaparecieron. Rosas, exiliado y muerto, fue integrado a la argentinidad sin que sus seguidores pudiesen materializar una expresión política que inmortalizara su ideario. Otro tanto ocurrió tras la muerte de Hipólito Yrigoyen. La alvearización del radicalismo, su incorporación a la "concordancia" y el olvido de sus banderas desperdigaron a los fieles chacareros que lo habían acompañado.
El mejor amigo del hombre no quiso faltar al acto, paseo por el escenario,
e inclusive peleo por permanecer en el recinto.
En 1943 la milenaria Europa agonizaba en el marco de una guerra interimperialista total. La "Década Infame" había prostituido los valores nacionales y degradado la dignidad ciudadana. Unos pocos pensadores -Arturo Jauretche, Scalabrini Ortiz, Rosa, Fermín Chávez, René Orsi, Atilio García Mellid, entre otros- continuaron la lucha desigual a través de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), casi inmediatamente incorporada al peronismo, y otras corrientes de la época. Hasta el `45. Desde entonces, la historia de la política Argentina se dividió en dos: antes y después del 17.
 

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