viernes, 12 de julio de 2013

La mentira es moral y religiosamente reprochable, y jurídicamente puede constituir un delito, como el caso del falso testimonio, las injurias y las calumnias.


A buen entendedor, demasiadas mentiras.
¿La MENTIRA hoy es moneda corriente?
Existen dos formas fundamentales de mentir: ocultar y falsear. El mentiroso que oculta, retiene cierta información sin decir en realidad nada que falte a la verdad. El que falsea da un paso adicional: no sólo retiene información verdadera, sino que presenta información falsa como si fuera cierta.

La mentira mas cruel,
engañar a los desposeídos.
Mentira es la falta de verdad o tergiversación de la misma con fines de evitar una sanción o reproche, hacer daño, obtener un beneficio, para lograr el aprecio de otro, para ocultar una realidad dolorosa o vergonzosa, para evitar un sufrimiento (mentira piadosa) o simplemente por hábito, realizada en forma deliberada. El que miente habitualmente se llama mentiroso o mitómano, pues fabrica una realidad que no existe, y a veces puede llegar a creer en sus propias mentiras.

Miente, Miente, que algo quedara.
Mentiras subjetivas
Son ejemplos de mentiras: el marido o la mujer que engañan a su cónyuge con un amante y no se lo dicen; el que ante un llamado o solicitud de auxilio se esconde o manda a alguien a decir que está ausente, el político que frente a una cámara de TV donde es en ocasiones visto y escuchado por millones, miente descaradamente para su beneficio económico,  el que dice tener un título, profesión o status social que no posee, el que dice amar a alguien, y está junto a esa persona por otras razones, como por ejemplo por su dinero, etcétera.

La mentira casi siempre se paga cara.
Las mentiras pueden ser totales, si nada de lo que se dice es real, o parciales, si solo es cierta una parte de la afirmación o negación. También puede mentirse por omisión cuando se oculta la verdad en todo o en parte.

Una mentida comedia sobre la verdad, la justicia social
y otros efectos especiales.
Hay ciertas mentiras que se hacen con el ánimo de bromear o de dar ejemplos, que los romanos llamaban “animus iocandi” que no pueden traer consecuencias de reproches ni reclamos éticos ni jurídicos. Santo Tomás de Aquino igual consideraba a las mentiras humorísticas como un pecado religioso venial. En el cristianismo el mentiroso es el diablo, Dios no miente, y manda a sus hijos no mentir.

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