638 civiles asesinados en las plazas y calles, 4200
heridos, muchos de ellos de gravedad. La ambición desmedida de poder hace que
los hombres pierdan el camino y sumerjan a su pueblo en un baño de sangre.
Humanos contra Humanos, hermanos contra hermanos, envilecidos por el poder de
las armas y el oro, es lógico pensar que los gobernantes asumen el poder para
proteger al pueblo, no para incitarlos a una descabellada y sangrienta masacre
mientras ellos beben Whisky y ven lo que ocurre por TV, como si vieran morir
langostas.
El número de muertos por los
enfrentamientos ocurridos el miércoles entre las fuerzas de seguridad y los
islamistas en Egipto, se elevó a 638, según las cifras dadas a conocer por el
Ministerio de Sanidad. Estos hechos han
sido catalogados como uno de los episodios más sangrientos de las últimas
décadas.
Más de
200 personas murieron en la plaza Rabaa al Adawiya, donde los partidarios del
derrocado presidente Mohamed Mursi acampaban desde hace más de un mes y medio.
Otras 90 perdieron la vida en una evacuación que se hizo de una segunda plaza
en El Cairo, añadió el ministerio.
Egipto
despide a sus muertos luego de la masacre tras el violento desalojo de las
acampadas que mantenían los opositores al golpe militar en la capital, mientras
siguen los incidentes que las autoridades han prometido combatir con mano dura. Entre
lágrimas y rezos, miles de seguidores del depuesto presidente Mohamed Mursi se
congregaron en la mezquita de Al Imán, en el este de El Cairo, para despedir a
sus fallecidos.
Decenas
de cadáveres envueltos en sábanas blancas estaban hacinados en ese y otros
templos del país, según confirmaron a Efe fuentes de los Hermanos
Musulmanes, grupo en el que militaba Mursi hasta acceder a la Presidencia en junio
de 2012. En la
cairota plaza de Rabea al Adauiya, el principal bastión islamista donde estaban
las tiendas de campaña arrasadas, la mezquita también fue objeto de las llamas
y presentaba un aspecto desolador entre los escombros que las excavadoras se
afanaban por retirar.
En
paralelo, se ofició el funeral oficial por los 43 policías muertos en los
disturbios, en una ceremonia a la que acudió, entre otros, el ministro egipcio
de Interior, Mohamed Ibrahim, publicó la agencia Efe. Los
datos señalan que más de 4,200 personas resultaron heridas tras la operación
policial lanzada la víspera para desmantelar las acampadas de los islamistas. Diversas
agencias de información coinciden en que la violencia deja al mayor país árabe
cada vez más cerca de una guerra civil, una situación que desestabilizaría aún
más a una región ya en llamas. El gobierno militar decretó el estado de
emergencia.
Luego
de la matanza, los Hermanos Musulmanes -la agrupación política de Morsi- llamó
a manifestarse a miles de islamista, quienes chocaron con las fuerzas de
seguridad en varias ciudades del país. La
crisis llevó también a que el vicepresidente y premio Nobel de la Paz , Mohammed el-Baradei,
renunciara a su cargo, a través de una carta en la que manifestó que había
opciones pacíficas para poner fin a la crisis.
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