El rencor, la amargura, el resentimiento, y otras manifestaciones de
nuestro origen salvaje, surgen ante la alegría
y la solidaridad. Quienes se
entristecen y se lamentan por la felicidad de otros, arrastran en su ser el primitivismo instintivo de los primates y de los
primeros grupos humanos que se enfrentaron por sobrevivir en condiciones de
extrema dureza tanto naturales como sociales.
Aun persisten en el ser humano aquellos elementos que
fueron predominantes en la etapa de su origen cuando, proveniente del sur de
África, inicia su proceso hacia las formas mas
avanzadas de su evolución. Enfrentados los primeros
grupos de humanos a los rigores de la naturaleza y luego a otros con los que
disputaban lugares de sobrevivencia, el instinto de conservación los lleva al enfrentamiento violento con los medios
más rudimentarios como el garrote y la piedra. Impresos
esos elementos violentos en lo mas profundo
del cerebro, la instintividad aun se
encuentra en el; no importa que el individuo haya alcanzado
elevados grados de instrucción o de supuesta formación cultural.
Se dan condiciones
materiales, reales, que remueven aquellos elementos de la instintividad
primitiva; un estimulo determinado que llega al
cerebro a través de los sentidos, genera una reacción instintiva en quienes mas cerca se encuentran a nuestra condición puramente animal, primitiva. La reacción instintiva, por definición, no es racional, es decir, no es producto de la
reflexión, de su nacionalización.
Aquí, simplemente nos encontramos ante un fenómeno de reflejos condicionados, los que en forma
profundamente científica nos hizo conocer el insigne
fisiólogo ruso, Iván P. Pavlov. La violencia que el género humano padece y sufre aun, no es otra cosa que la sobrevivencia de ese ciclo
de evolución en el cual la instintividad era la respuesta a la
lucha por la vida; aun lo sigue haciendo aunque haya
cambiado de escenarios en el tiempo y el espacio.
La hipocresia, una de las miserias humanas |
Los que analizan los fenómenos tanto naturales como sociales y de conductas
individuales desde el punto de vista del materialismo filosófico dialéctico, no
nos sorprendemos por las reacciones violentas o irracionales de quienes
manifiestan su conducta sobre la instintividad. Por el contrario, somos
conscientes de la persistencia de elementos violentos en la conducta del ser
humano.
Quienes se entristecen y se
lamentan por la felicidad de otros llevan en ser el
primitivismo instintivo de los primates y de los primeros grupos humanos que se
enfrentaron por sobrevivir en condiciones de extrema dureza tanto naturales
como sociales; en etapas mas avanzadas hubo personas que
gozaban del dolor ajeno, que torturaban y mataban a seres humanos por no
compartir lo que los que dominaban en la tribu o la comunidad exigía e imponía; un
Calvino en Ginebra, ciudad a la que quiso organizar como ciudad de Dios en la Tierra , disfrutaba, desde
la ventana de su residencia, del dolor y los gritos que Miguel Servet lanzaba
mientras se consumía en la hoguera levantada para
castigarle sus opiniones y sus descubrimientos científicos. En Francia, quienes recibieron los beneficios
de la liberación del dominio ingles,
gracias al arrojo y la valentía de Juana de Arco, disfrutaron
al torturarla y quemarla viva.
Ese
pasado cuyos elementos
de violencia y odio subsisten en muchos seres humanos es lo que nos explica que
haya individuos que sufren por la liberación de los
secuestrados y liberados en una operación que por
haber sido sin violencia y sin sangre ha impedido que tuviesen otras razones
para manifestarse contra los actores de la misma. Como se habrán alegrado porque en dicha operación se hubiese fracasado, que en dicha operación resultasen muertos los secuestrados así también hubiesen
sido muertos los secuestradores.
Como nos duele, en lo humano, que haya personas que
sufran ante la felicidad y la alegría de
quienes han podido desprenderse del dolor ya se por si mismos o por la solidaridad de otros seres humanos
que se identifican con ellos en la búsqueda de la
libertad y la felicidad. Como nos duele, humanamente, que
la miseria humana, no la miseria económica, sino
la miseria mental, la psicológica, de ciertas personas
permanezca como muestra de ese primitivo que se lanzo hace miles de años a la
conquista de la racionalidad pero que no la ha podido conquistar; y nos
congratulamos y alegramos con quienes hemos podido trascender a la racionalidad
y a la alegría de vivir, dejando para siempre, la miseria humana,
la del intelecto, la de la psique.
Siento verdadera
vergüenza por aquellos seres humanos que sin piedad, siendo consientes de la
evolución, permiten que sus hermanos humanos perezcan solo para tener mas.
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