martes, 18 de febrero de 2014

Hoy hablaremos de “La Miseria Humana”, debemos erradicarla de nuestro inconciente.

El rencor, la amargura, el resentimiento, y otras manifestaciones de nuestro origen salvaje, surgen ante la alegría y la solidaridad. Quienes se entristecen y se lamentan por la felicidad de otros, arrastran en su ser el primitivismo instintivo de los primates y de los primeros grupos humanos que se enfrentaron por sobrevivir en condiciones de extrema dureza tanto naturales como sociales.


Aun persisten en el ser humano aquellos elementos que fueron predominantes en la etapa de su origen cuando, proveniente del sur de África, inicia su proceso hacia las formas mas avanzadas de su evolución. Enfrentados los primeros grupos de humanos a los rigores de la naturaleza y luego a otros con los que disputaban lugares de sobrevivencia, el instinto de conservación los lleva al enfrentamiento violento con los medios más rudimentarios como el garrote y la piedra. Impresos esos elementos violentos en lo mas profundo del cerebro, la instintividad aun se encuentra en el; no importa que el individuo haya alcanzado elevados grados de instrucción o de supuesta formación cultural.


Se dan condiciones materiales, reales, que remueven aquellos elementos de la instintividad primitiva; un estimulo determinado que llega al cerebro a través de los sentidos, genera una reacción instintiva en quienes mas cerca se encuentran a nuestra condición puramente animal, primitiva. La reacción instintiva, por definición, no es racional, es decir, no es producto de la reflexión, de su nacionalización.

Aquí, simplemente nos encontramos ante un fenómeno de reflejos condicionados, los que en forma profundamente científica nos hizo conocer el insigne fisiólogo ruso, Iván P. Pavlov. La violencia que el género humano padece y sufre aun, no es otra cosa que la sobrevivencia de ese ciclo de evolución en el cual la instintividad era la respuesta a la lucha por la vida; aun lo sigue haciendo aunque haya cambiado de escenarios en el tiempo y el espacio.

La hipocresia, una de las miserias humanas

Los que analizan los fenómenos tanto naturales como sociales y de conductas individuales desde el punto de vista del materialismo filosófico dialéctico, no nos sorprendemos por las reacciones violentas o irracionales de quienes manifiestan su conducta sobre la instintividad. Por el contrario, somos conscientes de la persistencia de elementos violentos en la conducta del ser humano.

Quienes se entristecen y se lamentan por la felicidad de otros llevan en ser el primitivismo instintivo de los primates y de los primeros grupos humanos que se enfrentaron por sobrevivir en condiciones de extrema dureza tanto naturales como sociales; en etapas mas avanzadas hubo personas que gozaban del dolor ajeno, que torturaban y mataban a seres humanos por no compartir lo que los que dominaban en la tribu o la comunidad exigía e imponía; un Calvino en Ginebra, ciudad a la que quiso organizar como ciudad de Dios en la Tierra, disfrutaba, desde la ventana de su residencia, del dolor y los gritos que Miguel Servet lanzaba mientras se consumía en la hoguera levantada para castigarle sus opiniones y sus descubrimientos científicos. En Francia, quienes recibieron los beneficios de la liberación del dominio ingles, gracias al arrojo y la valentía de Juana de Arco, disfrutaron al torturarla y quemarla viva.

Ese
pasado cuyos elementos de violencia y odio subsisten en muchos seres humanos es lo que nos explica que haya individuos que sufren por la liberación de los secuestrados y liberados en una operación que por haber sido sin violencia y sin sangre ha impedido que tuviesen otras razones para manifestarse contra los actores de la misma. Como se habrán alegrado porque en dicha operación se hubiese fracasado, que en dicha operación resultasen muertos los secuestrados así también hubiesen sido muertos los secuestradores.


Como nos duele, en lo humano, que haya personas que sufran ante la felicidad y la alegría de quienes han podido desprenderse del dolor ya se por si mismos o por la solidaridad de otros seres humanos que se identifican con ellos en la búsqueda de la libertad y la felicidad. Como nos duele, humanamente, que la miseria humana, no la miseria económica, sino la miseria mental, la psicológica, de ciertas personas permanezca como muestra de ese primitivo que se lanzo hace miles de años a la conquista de la racionalidad pero que no la ha podido conquistar; y nos congratulamos y alegramos con quienes hemos podido trascender a la racionalidad y a la alegría de vivir, dejando para siempre, la miseria humana, la del intelecto, la de la psique.


Siento verdadera vergüenza por aquellos seres humanos que sin piedad, siendo consientes de la evolución, permiten que sus hermanos humanos perezcan solo para tener mas.

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