martes, 24 de junio de 2014

El sentido purificador atribuido al fuego, fogatas de San Juan y San Pedro.


El sentido purificador atribuido al fuego, se mezcla con el rito estival de la fogata de San Juan. El martirio de los santos Pedro y Pablo se confunde con las ordalías en que se quemaban presuntos cómplices del diablo.

Cada 24 de junio, después de haber recolectado y acarreado durante semanas toda clase de elementos combustibles, llega el momento culminante: las niñas y niños de cada barrio encienden sus «fogaratas». Costumbre muy celebrada en la Provincia de Buenos Aires, Partido de Lincoln, (hoy un poco olvidada) pero que causaba mucha emociona los niños cuando durante días cortaban en los terrenos baldíos los arbusto secos de hinojo que alcanzaban unos dos metros de altura, pero muy fáciles de acopiar para los niños. También se agregaron por su prolongada y abundante llama quemar un par de cubiertas de caucho de automóvil o camión en desuso.

El 24 de junio es la fiesta de San Pedro y San Pablo, el primer Papa y el gran Apóstol de los Gentiles. Según la tradición, ambos fueron ejecutados alrededor del año 67, por orden de Nerón. Pedro fue crucificado cabeza abajo según su deseo, por considerarse indigno morir como su maestro. Pablo fue conducido a Ostia, y allí fue decapitado. El simbolismo del fuego tiene siempre un trasfondo religioso: expía el demonismo de las brujas, ahuyenta los malos espíritus, conmemora acontecimientos sagrados.

En la noche de San Juan (el solsticio de verano del hemisferio norte), se encienden fogatas de fiesta a la puesta del sol y hasta su nueva salida, para abolir para siempre la oscuridad. En estas noches mágicas se produce la comunicación entre el mundo profano y el mundo sagrado.

Cada cultura los celebra a su manera.
La muerte de los Apóstoles por crucifixión y decapitación se asocia de este modo, en el rito de la fogata, con el sacrificio en la hoguera. Así, en lo alto de la «fogarata» no suele faltar "el muñeco"(figura humana hecha al modo de los espantapájaros, que es quemado como expiación colectiva, o para rendir homenaje a mártires inocentes).
Quemando nuestros monstruos imaginarios

Esta fiesta pagana y religiosa, que sigue vigente en los barrios y en el interior, es para muchos una tradición querida que enlaza con la sacralidad tan primitiva como auténtica del ritual del fuego; expresa el anhelo de trascendencia para los hombres.

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