Toda
historia tiene un comienzo: el 1 de abril de 1886 en una casa de Corrientes al
5400, pleno barrio de Villa Crespo, nació Bartolo Ángel Venancio Vacarezza. Es
el mismo Alberto Vacarezza que a través del tiempo fue autor de ciento diez
obras de teatro, treinta y cinco letras de canciones –veintinueve de tango-,
además de un sinnúmero de poemas y guiones para radio y cine.
El camino que el destino le tenía preparado a Vacarezza, y que su propia voluntad y tozudez se encargó de alimentar -pese al deseo paterno de que fuera doctor-, se manifestó desde su niñez, época que compartió correrías en el barrio y banco en la escuela con quien se convertiría en un verdadero “filósofo social”, Armando Discépolo.
“Nadie pudo
evitar que yo escribiese. Tal era mi afición a llevar al papel cuanto veía y
sentía, que más de una vez mi padre me llamó al orden severamente. ‘Vea
caballerito: hay que estudiar o de lo contrario, dedicarse a cualquier trabajo
serio, que con versitos y pavaditas de teatro no vamos a ninguna parte’. Pero
no valían reprimendas y amenazas. Yo seguía escribiendo hasta que el cansancio
me rendía”, relató en una columna publicada en la revista Fantasio.
La
prematura llegada de Vacarezza como escribiente a un Juzgado de Paz presidido
por su tío –uno de los tantos trabajos que tuvo-, fue impensadamente lo que se
convertiría en su musa inspiradora. La mirada atenta y su facilidad para darle
forma a sus imaginarios trazos posibilitó que muchas de las personas que
pasaron por el lugar, fueran recreadas ya en la galería de personajes de sus
primeras obras: “El juzgado” en 1903 y “La noche del forastero” en 1905.
Sin
quererlo, casi por azar, llegó el primero de los muchos éxitos que acumularía a
lo largo de su carrera. Ocurrió en 1911 cuando su obra “Los Escruchantes” ganó
el concurso de zarzuela –a la que nunca había postulado-, organizado por
Pascual Carcavalio en el entonces Teatro Nacional. Tiempo después explicó que
“una persona de mi familia (algunas crónicas de la época dicen que fue su
primera esposa), sin enterarme de ello, había sacado la obra de su sitio y
presentado al concurso”.
A partir de
lo que el consideró “mi primer estreno”, pasó a ser un dramaturgo profesional y
sostuvo con orgullo: “Tengo un empleo de que solamente Dios puede dejarme
cesante”.
La larga
lista de sus obras, compuesta especialmente por sainetes, tiene títulos muy
recordados, y destacados por la crítica, como "Tu cuna fue un
conventillo" y "Juancito de la Ribera ", pero un éxito sobresaliente: “El
Conventillo de la Paloma ”,
estrenado en 1929 y cuya recreación estuvo inspirada en la casa de inquilinato
ubicada en la porteña calle Serrano 148.
“Alberto
Vacarezza es, como sainetero, la figura más popular de nuestro teatro. El sólo
anuncio de una obra suya despierta gran expectativa en el público, al extremo
de que cuando no gusta pasa las cien representaciones a teatro lleno. Y que
cuando Vacarezza pega no para hasta las cuatrocientas o quinientas como
sucederá, sin duda alguna, con el ‘Conventillo de la Paloma ’”, presagiaba una
crónica de la revista Comedia del 1 de mayo de 1929. Pero la cifra había
quedado corta. El 29 de mayo de 1930 se anunciaba que ese sainete criollo había
registrado mil funciones, y que se mantenía en cartel "no por el capricho
del empresario, sino por el público que concurre a verla".
“El
conventillo de la Paloma ”
tuvo también su versión cinematográfica en 1936, que dirigió Leopoldo Torres
Ríos. Y en la década del ’60 llegó una adaptación a la televisión en la novela
del mismo título que protagonizó Hugo del Carril (Villa Crespo) e Inés Moreno
(Paloma), junto a un elenco integrado por Tito Lusiardo (Seriola), Diana Maggi
(Doce Pesos), Teresa Blasco (Mariquiña), Luis Tasca (El gallego José) y Oscar Ferrigno
(Paseo de Julio), entre otros.
“El sainete
no admite diálogos divagadores ni preciosismos retóricos excesivos como las
obras de avance lento. En cuanto la acción se detiene, el sainete es acopio de
vida moviente y palpitante. Sencillez, gracia, dinamismo y alegría. El sainete
es juventud”, definía Vacarezza en un trabajo publicado por Lily Franco.
El letrista
de canciones fue otra de sus vetas artísticas. De las treinta y cinco que
escribió, veintinueve fueron tangos, muchos de los cuales utilizó en sus obras
teatrales. Un ejemplo fue “Atorrante”, estrenado por Libertad Lamarque el 5 de
abril de 1929 en la función inaugural de “El conventillo de la Paloma ”. Otro, “El
Carrerito”, que lo cantó por primer vez Olinda Bozán el 10 de abril de 1928 en
“El corralón de mis penas”, y fue uno de los trece que grabó Carlos Gardel.
Vacarezza
fue en 1925 director del Teatro Cervantes durante un breve lapso que
interrumpió para continuar con su labor creativa. También presidió la Sociedad General
de Autores (ARGENTORES) y la Casa
del Teatro, a la que definió como “la hostería en que hospedan su vejez y su
cansancio los peregrinos del arte”.
Algunas
crónicas periodísticas recuerdan ciertos vaivenes ideológicos respecto a sus
definiciones políticas, al dar cuenta de sus sucesivos reparto de simpatías por
el socialismo, el radicalismo yrigoyenista y el peronismo.
Esta bella plaza lleva orgullosa su nombre, esta situada en Villa Crespo. |
Mercedes,
una de sus hijas, recordó en un testimonio publicado por la revista Semanario,
que Eva Perón tenía un gran reconocimiento por su padre. "Eva fue a ver a
papá llorando cuando sólo era una actriz, porque la habían echado y él
consiguió que revieran la medida. Más adelante Evita le ofrecería una embajada
que rechazó. Ella lo llamaba a menudo por teléfono y nosotras, que éramos
chicas, nos poníamos a escuchar cómo le decía: Vacarezza, yo no me puedo
olvidar nunca de su generosidad'".
Al hablar
sobre sus ideas, negaba ser un hombre político porque “antes que la política me
encantó el arte y más que el arte, la vida. Mas no por ello ha de creerse que
los problemas sociales dejan de preocuparme. Desde el fondo de la vida vengo
abriéndome paso a golpes de voluntad. Antes, de llegar a los papeles, ya había
probado cómo se trabaja en los talleres de las ciudades y, sobre todo, en los
campos de mi tierra”.
A su
manera, Vacarezza siempre dio testimonio de su sensibilidad para captar el
fenómeno social y de su trabajo creativo. Como alguna vez dijo: “De ninguna de
mis obras me arrepiento. Y si algo me reconforta es que todas sean argentinas”.
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ResponderEliminarPLAZA VACAREZZA y otros temas