Lo primero que vamos a hacer antes de analizar
el término felicidad, para determinar que el origen etimológico del mismo se
encuentra en el latín. Así, nos encontramos con el hecho de que dicha palabra
procede del vocablo felicitas que puede traducirse como “fértil”.
La felicidad es un estado del ánimo que supone
una satisfacción. Quien está feliz se siente a gusto,
contento y complacido. De todas formas, el concepto de felicidad es subjetivo y relativo. No existe un índice
de felicidad o una categoría que haya que alcanzar para que alguien se considere
como una persona feliz. Desde un punto de vista biológico, la felicidad es el
resultado de una actividad neural fluida, donde los factores internos y
externos estimulan el sistema límbico.
Muchos son los estudios y las
ramas científicas que se han centrado en analizar en profundidad el concepto de
felicidad y es que la misma es el objetivo que todas las personas buscamos a lo
largo de nuestra vida. En concreto, nos topamos con el hecho de que tanto la
filosofía como la antropología, la sociología o la psicología tienen como
elemento de trabajo a aquella.
Así mientras que la Antropología lo que
hace es investigar cómo las distintas culturas han conocido que la felicidad es
una cosa y no otra, la sociología estudia lo que son los factores sociales que
contribuyen no sólo a lo que cada individuo considere como tal sino también a
lograr la misma.
Por su parte, dentro de la Psicología Positivista ,
que fue fundada entre otras por el psicólogo norteamericano Martin Seligman,
nos encontramos con una rama que se llama paradigma positivista. Una figura
esta que, al igual que los restos de miembros de dicha área científica,
considera que la felicidad es el fruto de la suma de lo que son las actividades
positivas y las emociones positivas. En concreto ejemplos de estas últimas
serían la satisfacción, el placer corporal, el orgullo, la alegría o el
optimismo.
El ser humano suele sentir felicidad
cuando alcanza
sus objetivos y cuando logra solucionar los distintos retos que
se enfrenta en su vida cotidiana. En los casos en que esto no se logra, se
produce la frustración que lleva a la pérdida de la
felicidad. Las personas que se sienten autorrealizadas y plenas
son más serenas y estables, ya que logran un equilibrio entre las cargas
emocionales y las cargas racionales.
Hay quienes creen o sienten que
la felicidad está relacionada con los bienes materiales y con el dinero.
Por eso existen frases como “El dinero no hace la felicidad, pero ayuda”.
Es que el dinero es el medio necesario para la satisfacción de las necesidades
materiales humanas; una vez que éstas están satisfechas, el individuo tiende a
buscar productos que le proporcionen mayor felicidad.
En cambio, las religiones y
la gente con preferencia por lo espiritual asocia la felicidad a un estado del
alma donde el ser se siente en paz. Este estado puede alcanzarse con una
relación personal o con el vínculo con los seres queridos, por ejemplo.
Afirma el poeta y escritor Miguel Ángel Figueiras G,: “El amar y sentirse amado es el motor
fundamental de la felicidad, donde esta presente el amor de pareja, de padres, de
hijos, y hacia el entorno que el ser humano vive, la felicidad encuentra su
estado ideal. La felicidad se logra en un estado intermedio de sistema de vida,
si se desea demasiado, no se es feliz, si se es demasiado austero, la falta de
todo hace que no podamos ser felices. Se debe crecer desde la cuna y
aprender a ser feliz con las pequeñas realizaciones, como terminar la
escuela, trabajar en lo que nos agrada, iniciar la universidad, recibirse,
vivir plenamente el romance, crecer económicamente y realizarse en familia y
nunca dejar de soñar. Los seres humanos estamos viajando a otros planetas, la tecnología
nos sorprende con maquina que nos responden y hace la labor de un humano, pero
la esencia sigue intacta, la búsqueda de la felicidad y el amor perdura”
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