domingo, 24 de julio de 2016

¿De que no es capaz el poder del amor? El Taj Mahal, es el resultado de una bella y trágica historia de amor.

Y es que el Taj Mahal es eso: poesía hecha arte, un canto al amor, una obra sublime que sólo un alma enamorada sería capaz de ofrecer al mundo. Allí, justo sobre el pórtico de entrada, se pueden leer unos versos del Corán que describen el paraíso, que te dan una idea de lo que nos vamos a encontrar y de lo que vamos a sentir; como palabras mágicas, aquel portón de bronce nos descubrirá un “palacio de perlas rodeado de jardines”.

No hay nada más profundo para cualquier viajero que sentarse en uno de los bancos que hay por todo el Jardín del Paraíso y admirar la silueta del impresionante Mausoleo recortada sobre un cielo limpio. Cielo que poco a poco se tiñe de rosa al caer la noche. De fondo, en las afueras del Templo, en la ciudad, en Agra (una pequeña localidad situada al norte de la India, en el Estado de Uttar Pradesh) oímos los cánticos y las oraciones propias de estas gentes.

Y así, mientras admiramos la soberbia perfección de todo el conjunto: su simetría, los estanques que, como una llave dorada y perfecta, abren el camino hacia el templo de mármol, entre flores de loto que flotan sobre sus aguas, nuestra mente vaga absorta, solitaria, olvidada de tanto turista como nos rodea, y rememoramos casi con lágrimas en los ojos la triste historia del emperador Sha Jahan.


Sha Jahan conoció a su amada Arjumand en un bazar donde ésta vendía cristales. Admirado por su belleza no fue capaz de dirigirle la palabra en un primer momento. Perseguidos por los ejércitos de su padre el Emperador, y por culpa de esa relación, tras dos esposas y cinco años desde aquel primer encuentro, se unieron en matrimonio. Arjumand pasó a ser conocida como Mumtaz Mahal, la elegida del palacio”.

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