La poesía puede ser un instrumento perfecto para
ayudar a desarrollar la sensibilidad de los niños, su amor
por el lenguaje y su comprensión. Pero, ¿cómo conseguir
que se interesen por ella?
La poesía no se aprende, sino que se
disfruta y se comparte, lo cierto es que muchos papas y mamas se pueden
vérselas de colores al intentar conseguir acercar a los hijos a la poesía.
Quienes se animen a hacerlo no encontrarán grandes problemas ya que, según
señalan los expertos, (sociólogos, psicólogos y antropólogos sociales) los
niños están totalmente abiertos a ella y la disfrutan desde el primer momento.
En aprender jugando esta el misterio a resolver.
Sabemos que la poesía es una
compañera natural de la infancia “con que los niños y niñas saltan a la soga,
juegan a las rondas, hacen trabalenguas, cantan, descifran acertijos, invocan
lluvias, convocan, exorcizan, imploran, principian, finalizan…”. Por eso, lo
mejor es enseñarles canciones infantiles, trabalenguas y proponerles acertijos
para que empiecen a jugar con las palabras y descubran lo divertido que puede
llegar a ser el lenguaje. “La poesía infantil debe incorporar estas pautas,
porque es la que responde a sus intereses, que no son otros que poner a bailar
la lengua, extraer de sus manos todos los sones y ritmos, y poner a danzar su
cuerpo plenamente, en su totalidad, aunando palabra, música y movimiento”.
Lo mejor es comenzar leyéndoles, si son muy
pequeños, o hacerlo juntos si ellos ya saben. Comenzar con juegos que necesiten
rimas fáciles de memorizar. Sin embargo a los mayores, que ya sean lectores es
importante “acercarles a buenos libros de poesía y darles ejemplo, leyendo con
ellos. De padres lectores suelen salir hijos lectores”, es preciso y conviene
recordar que los niños aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan.
Los niños están muy abiertos a la poesía, que
además de leérsela hay que animarlos a interpretarla, a vivirla. Lo mejor,
preguntarles o pensar preguntas juntos, y dejar que todo fluya. Y, además
recordemos que estos ejercicios “les
ayudarán a formarse como personas críticas, creativas, con la capacidad de
sorprenderse, divertirse y pensar más allá de lo literal”. Además se dejen
llevar porque “no hay nada más hermoso que nuestros hijos nos recuerden como
los padres y madres que jugaban a lo poético, que recitaban poesía”.
Pregúntese, ¿qué me cantaban de niña o niño? Y, si
no lo recordamos, podemos preguntar nuestros propios padres. Pedirles que nos
cuenten qué nos cantaban a ellos. La mejor manera de convertirse en una madre o
padre es cantando para ofrecerle a sus hijos “la educación poética tradicional;
esto es, los cantos de cuna, las rimas corporales para señalar al bebé las
partes de su cuerpo, los primeros balanceos, primeros caballitos, primeras fiestas
que nos hacían de niño, cantos inventados en el momento para nombrar a los
animales del entorno, rimas a la luna, al sol, rimas para dormir, para implorar
la lluvia, para contar con los dedos, la mano, etc…”.
Leer poesía en
familia y hacerlo como un juego. Que cada uno lea un poema, o lo
memorice y lo declame para todos. Se puede optar por hacerlo aún más divertido
y disfrazarse en concordancia con los versos elegidos.
Fomentar su
creatividad y su capacidad
de análisis cuando estén leyendo y no entiendan algo, podemos darles
pistas y dejar que ellos mismos descubran qué quieren decir los poetas. A los
niños les encanta el misterio y la poesía, precisamente, está llena de él.
Plantear un poema cómo un misterio que tienen que descubrir hará que se
fascinen con él y comiencen a leer o crear.
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