Becado por la Embajada de Japón, este
joven científico peruano-japonés graduado con honores en la Universidad de
Tsukuba, ha recuperado más de 30 hábitats naturales en Asia y África, entre humedales,
desiertos y bosques.
Luego
de una llamada de su padre en el año 2010, donde fue advertido sobre el grave
estado del humedal El Carcajo, ubicado a menos de dos horas al norte de Lima, Morikawa decidió
regresar al país que lo vio nacer para remediar el lugar que fue parte de su
infancia.
“¿Te acuerdas de Carcajo? No lo vas a poder creer,
pero lo van a tapar. Está tan contaminado que se ha perdido”, le
contaba su padre por teléfono. De manera instantánea, Marino solicitó permiso a
la universidad, donde se desempeñaba como catedrático de posgrado, para viajar
a Perú. Al observar el estado
del humedal, decidió buscar apoyo en todos los lugares posibles: realizó
múltiples publicaciones en redes sociales, tocó las puertas de los vecinos de
Huaral, Chancay y Lima, e incluso conversó con algunos empresarios. Los
resultados fueron desalentadores, ya que a nadie pareció importarle.
Sin embargo,
la negativa de diversos actores sociales no fue suficiente para frenar sus
intenciones de curar aquel ecosistema contaminado. Marino
viajó nuevamente a Japón, donde retiró todos sus ahorros y contrajo tres
préstamos bancarios, para luego retornar a Perú. “Le dije al alcalde de Huaral que me dé permiso, que yo correría con
todos los gastos y que si en un año no habían resultados me marchaba a Japón. Y
me lo dio”, relata.
El proceso de remediación comenzó con un monitoreo de tres días,
donde el científico observó el flujo de gente que pasaba por las inmediaciones,
así como la biodiversidad y los puntos de mayor contaminación. “Muchas personas se equivocan al tratar de remediar un lugar sin antes
haber realizado un estudio científico, ya que dependiendo del estado de
contaminación y los componentes que contenga el hábitat, el tratamiento varía”,
explica. Y agrega que “uno no puede arriesgarse en instalar un sistema de tratamiento ya que
podría afectar el ciclo biológico de la flora y fauna que debe tener un hábitat”.
Como primera medida, Marino quitó, con la ayuda de decenas de
personas que se unieron a las tareas de limpieza -algo que no deja de
conmoverlo-, unas 70 toneladas de plantas Distia stratiotes, más conocidas como
“lechugas de agua”. Con ellas hicieron abono
orgánico para alimentar zonas áridas, con el objetivo de generar áreas verdes
en las inmediaciones del cuerpo de agua.
La segunda fase consistió en la limpieza del agua, mediante dos
sistemas desarrollados en Japón, que replicó artesanalmente con materiales
locales: nanoburbujas y biofiltros. Las Micro Nano Burbujas (MNB) son burbujas
10 000 veces más pequeñas que las de la gaseosa, que tienen una alta concentración
de energía, ya que poseen iones positivos y negativos. Estas características
implican que pueden estar en el cuerpo líquido entre cinco y ocho horas, de
manera que en su trayecto hacia la superficie atraen bacterias, virus y otros
contaminantes orgánicos e inorgánicos que, al adherirse, ya no pueden escaparse
y acaban autodestruyéndose, o se mueren por falta de movilidad o alimento.
Respecto a los biofiltros, fueron construidos con cerámica y arcilla, y se utilizaron para
absorber los contaminantes que no pudieron ser captados por las nanoburbujas.
Este proceso de remediación logró recuperar al humedal en un 100%,
permitiendo el regreso de cientos de aves y más de 70 especies autóctonas,
posibilitando la interacción de las personas con el agua.
El éxito del plan llevó a diversas empresas a
interesarse por invertir en los próximos proyectos de Morikawa, que incluyen la
limpieza de Huacachina y del Lago Titicaca. “Si tenemos todos los medios, tendremos la posibilidad de descontaminar
hasta más del 70% de los hábitats naturales del Perú. Tenemos la tecnología,
tenemos el Know-how, aparte de todas las creaciones e inventos. La diferencia
de todo es que lo hacemos sin utilizar ningún componente químico”,
explica.
Desde su rol como científico y activista, Marino señala a la
educación como principal solución al problema, puntualizando
que “las leyes ambientales y autoridades, sean del
sector público o privado, antes de poner mano dura o penalidades, deben empezar
por ellos mismos y por generar concientización poblacional, desde la crianza de
sus hijos”.
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