domingo, 7 de mayo de 2017

El saber nos hará libres: ¡NO quemar las hojas del otoño, CONTAMINAN!, ¿Por qué? -Informarnos también es una buena noticia-

Con la incineración de residuos vegetales, (en el caso del otoño, millones de hojas) -restos de poda, hojarasca, etcétera- se producen dioxinas y furanos, compuestos químicos clorados que resultan a partir de procesos involuntarios de combustión,  peligrosos para la salud,

 en especial en los niños, no solubles en agua, pero sí en aceites, lo que hace que se adhieran a tejidos grasos y se aumenten los riesgos de contraer enfermedades graves, trastornos hormonales y neurológicos, y debilitan el sistema inmunológico.
Para dar una somera explicación hay que mencionar el Convenio de Estocolmo, un tratado internacional al que adhirió la Argentina en 2004 por el que se compromete a reducir la emisión, eliminar la producción y prohibir el uso de una serie de sustancias a las que denomina contaminantes orgánicos persistentes (COP). 

Una clara síntesis del tema la expone el ingeniero agrónomo Javier Souza Casadihno, en la publicación Plantas y Jardines, del Club de Jardinería Maipué, de Cipolletti, Río Negro, que dice que los COP son muy persistentes y no son fácilmente degradables por agentes químicos o biológicos, viajan a grandes distancias y se encuentran en todos lados; arrastrados por el aire o las corrientes marinas pueden cambiar de un ser vivo a otro y también cambiar de estado, de líquido a sólido y gaseoso, lo que facilita su arrastre y depósito en alimentos.


Ya eliminado el recurso de quemarlas, no olvidar que las hojas secas son una valiosa fuente de materia orgánica. Agregándolas al compost o secas y estrujadas pueden ser un liviano y útil mantillo que protege el suelo y ayuda a conservarlo húmedo y suelto. Una capa de 5 cm de ese material que cubra el suelo y rodee los tallos de las plantas, frena el nacimiento de malezas y mejora las condiciones de cultivo.

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