jueves, 11 de mayo de 2017

Recibir medallas y honores no enriquecen a la gente, pero sí la hacen feliz, incluso cuando no cumplen ningún propósito.


Pensando sobre el deseo de William Shakespeare de que le dieran un escudo de armas y un título nobiliario.Eventualmente el Colegio de Armas, la autoridad de los títulos nobiliarios en Reino Unido,le concedió el escudo heráldico a su padre, John, en reconocimiento por los servicios prestados por su bisabuelo al rey Enrique VII.

Pero al recordar eso lo que me intrigó es ¿por qué Shakespeare querría un escudo?¿Qué tienen los honores y las relucientes bagatelas, medallas, condecoraciones y lemas que puede llevar a un hombre de tal genio a anhelarlos?Un hombre que, dicho sea de paso, sabía todo lo que hay que saber sobre "la pompa, reputación" y la irrelevancia general de todas las cosas de este mundo, pero el lo deseaba y lo obtuvo.

Es indiscutible que ni los honores ni las medallas enriquecen a las personas, aunque también podemos afirmar que este tipo de premios las hace más felices. Así no enriquezcan es evidente que muchas personas a lo largo de la historia han buscado recibir este tipo de condecoraciones, pero la pregunta real sería ¿Por qué?

Aunque la respuesta parezca obvia, muchas veces el reconocimiento personal es buscado como resultado de un esfuerzo personal, el cual sobresale del resto; es por tal motivo que para una persona es muy importante ser reconocida por sus méritos o logros que ha desarrollado o alcanzado en su carrera.

Es evidente que el hecho de ser reconocido por lo que uno ha sido o ha llegado a hacer tiene un gran significado emocional en la persona.Aunque todos sabemos, que en sí los premios carecen de valor, es impresionante ver como todos queremos obtenerlos. En resumen, la conclusión es que algunos seres humanos buscan ser premiados por el sólo hecho de obtener una distinción o reconocimiento que lo enaltezca en su ego.

Por suerte solo algunos sufrimos de esta enfermedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario