La explicación más común
sobre por qué Tucumán fue elegida como sede del Congreso de 1816 es de que esta
provincia quedaba aproximadamente en el centro de la región que abarcaban las
Provincias Unidas del Sud y que, además, estaba protegida por el Ejército del
Norte que tenía aquí su cuartel general.
Pero también se tuvo en cuenta la
desconfianza que Buenos Aires despertaba en las provincias del interior y el
hecho de que San Miguel de Tucumán era una ciudad que se encontraba muy lejos
de la influencia de Artigas.
El historiador
tucumano Carlos Páez de la Torre no
relata que los congresales empezaron a llegar en los últimos días de diciembre
de 1815, “más que fatigados por los infernales caminos. La gran mayoría no
había puesto jamás el pie en la ciudad en la que iban a deliberar. No había
mucho que ver. El centro de todo era la plaza, nombre pomposo para un espacio
abierto donde pastaban los animales”.
De la descripción que hace
Páez de la Torre
del Tucumán de la época se desprende que la ciudad tenía mucho de aldea
todavía: “Al frente se alzaba el Cabildo, de dos plantas y ocho arcos sin
torre. Las iglesias eran insignificantes, salvo San Francisco, erigida por la
expulsada Compañía de Jesús. La chata edificación aparecía más o menos compacta
en las pocas cuadras inmediatas a la plaza. Después se hacía salteada, para
prácticamente desaparecer más allá de la ronda. Caballos y carruajes excavaban
la superficie de las calles de tierra”.
También señala: “Raramente se
veía una vereda de ladrillos ceñidos por tirantes de quebracho. Las diversiones
públicas eran escasas. Además de las fiestas religiosas, que terminaban con
bailes y juegos, sólo un par de mesas de billar y otras tantas canchas de
bochas. La vida de la ciudad duraba lo que la luz del sol. Después, se
trancaban las puertas y la familia comía a la luz de velas. Sólo algunos
mozalbetes en tren de juerga se atrevían a caminar durante la noche”.
En esta ciudad el 9 de
julio de 1816, a
eso de las dos de la tarde, los diputados se pusieron de pie y aclamaron la Independencia de las
Provincias Unidas en América del Sud de la dominación de los reyes de España y
su metrópoli. Diez días más tarde se agregaría la frase “y de toda dominación
extranjera”.
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