El certificado de defunción nada dice de las causas de su
fallecimiento; tampoco se han conservado constancias médicas de los
profesionales que lo atendieron a lo largo de su vida, en América y en Europa.
Por otra parte, el estado de la ciencia
médica en aquellos tiempos hace que las deducciones sobre las enfermedades que
padeció deban basarse en los testimonios –los del propio San Martín y los de
terceros- sobre sus síntomas. No existía la radiografía ni el estudio
bacteriológico. El estetoscopio fue inventado por Laennec recién en 1817.
Lo que se expone a continuación son las conclusiones del doctor
Mario S. Dreyer, volcadas en el libro Las enfermedades del
general don José de San Martín (Academia Nacional de Ciencias,
1982).
Ultima imagen tomada con daguerrotipo poco antes de morir el General. |
San Martín padeció varias dolencias crónicas, graves por sus
síntomas –en especial dolores agudos, por momentos invalidantes-, pero que no
implicaban riesgo inmediato de vida. Básicamente fueron tres: asma, gota y
úlcera, siendo esta última la más probable causa de su muerte.
Es
interesante notar que en las tres afecciones citadas tienen una fuerte
incidencia los factores psicosomáticos: son todas dolencias que
se ven agravadas, cuando no directamente desencadenadas, por el estrés; no hace
falta abundar en los muchos motivos que tuvo San Martín a lo largo de su vida
para hacerse "mala sangre".
Pese a ello, no puede decirse que fuese una persona de mala salud.
Sirvió en el ejército español desde la temprana edad de 12 años, hizo vida de
militar durante mucho tiempo -con las incomodidades y rigores que ello
implica-, estuvo en el campo de batalla en varias ocasiones, y sólo en una
ocasión tuvo que solicitar unos días de reposo, posiblemente por las primeras
manifestaciones del asma. En otra ocasión, haciendo de correo, fue atacado por
salteadores de caminos de los que debió defenderse con la espada y que lo
hirieron en el brazo y en el pecho.
Todo ello fue superado y, a su llegada al Río de la Plata , con 34 años y una
larga carrera a cuestas, su activismo no disminuyó; todo lo contrario.
No es casual que la primera
manifestación de la úlcera –el vómito de sangre- haya tenido lugar en Tucumán,
en abril de 1814, cuando San Martín estaba a cargo del Ejército del Norte, un
puesto que había aceptado por disciplina pero que no deseaba y que creía
inconducente a los fines de concluir la guerra de Independencia.
Fue en aquella oportunidad que San Martín se retiró a una estancia
en Saldán (Córdoba) para recuperarse de aquel primer ataque (que por entonces
no era diagnosticado como úlcera, sino que se hablaba de "ataques de
sangre") y allí es donde recibe a
Juan Martín de Pueyrredón –futuro Director Supremo- y termina de coordinar con
él el plan para instalarse en Mendoza y desde allí
organizar la Campaña
de los Andes. Es por eso que muchos
historiadores pusieron en duda la gravedad de su dolencia; y su existencia misma.
El padecimiento existió –y en lo
sucesivo se manifestará una y otra vez en crisis recurrentes, alternadas con
períodos de remisión, sin síntomas, como sucede con la úlcera-, lo que no obsta
que el general se haya servido de eso para acelerar su salida del Ejército del
Norte y su pase a Cuyo.
En enero de 1816, San Martín le escribía a Tomás Godoy Cruz,
diputado al Congreso de Tucumán: "Un furioso ataque de sangre y en su consecuencia una extrema
debilidad me han tenido 19 días postrado…"
Uno de los médicos que lo atendía, el
cirujano del Ejército de los Andes, Juan Isidro Zapata,
llegó a escribirle en julio de 1817
a Tomás Guido, amigo de San Martín, una carta alarmante:
"Preveo muy pronto el término de la vida apreciada de nuestro general, si no se distrae de las atenciones que diariamente le agitan,
a lo menos el tiempo necesario para reparar su salud, atacada ya por el sistema
nervioso".
El día de la muerte del General:
El argentino Félix Frías, corresponsal de El Mercurio en Francia, llegó
a Boulogne pocas horas después de la muerte de San Martín y dejó un relato
detallado de lo que pasó aquel día. "El 17 (de agosto) de 1850, el general
se levantó sereno y con las fuerzas suficientes para pasar a la habitación de
su hija, donde pidió que le leyeran los diarios (…). Hizo poner rapé en su caja
para convidar al médico que debía venir más tarde, y tomó algún alimento.
Después de las dos de la tarde, el general San
Martín se sintió atacado por sus agudos dolores nerviosos de estómago. El
doctor Jardon, su médico, y sus hijos estaban a su lado. El primero no se
alarmó y dijo que aquel ataque pasaría como los precedentes. En efecto, los
dolores calmaron, pero, repentinamente, el general, que había pasado al lecho
de su hija, hizo un movimiento convulsivo, indicando al señor Balcarce con
palabras entrecortadas que la alejara, y expiró casi sin agonía".
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