Los microplásticos son un
auténtico océano de polución, que sobre todo contamina los mares. Una amenaza
silenciosa que representa un grave problema para la vida marina, además de
"plastificar" nuestros alimentos y constituir uno de los grandes puntos críticos de la
contaminación del planeta.
Si los residuos plásticos ocasionan una catástrofe
marina de una magnitud enorme, cuyas consecuencias reales todavía se
desconocen, es en buena parte a causa de los microplásticos. En efecto, el
hecho de que puedan ingerirse tan fácilmente por su ínfimo tamaño (son
milímetros) convierte el problema en un verdadero drama a nivel ecosistémico y
también de cara a la salud pública.
Se pueden encontrar estas partículas en
todas partes. Por poner un ejemplo ilustrativo, un estudio reciente dirigido
por Peter Ross, científico del Acuario de Vancouver, encontró en el agua del
Estrecho de Georgia aproximadamente unas 4000 partículas de micro plásticos por
metro cúbico.
Todos los cosméticos poseen microplasticos, van al mar, del mar a nuestra mesa. Imaginen miles de millones de personas en el mundo utilizándolos todos los días. |
Las aves marinas también lo ingieren de
forma habitual. Según un estudio de la Academia Nacional
de Ciencias de Estados Unidos (NAS, por sus siglas en inglés), prácticamente
todas ellas acaban probándolo. Muchas pagan con su vida por hacerlo, tanto
cuando provocan accidentes o se atragantan como mediante la obstrucción de su
sistema digestivo y, por supuesto, a consecuencia del envenenamiento.
Lo alarmante de la situación no solo es
la dimensión del problema, sino la cantidad de microplástico que sigue
produciéndose, y el futuro en modo alguno es esperanzador. Muy al contrario, su
producción es exponencial, y los métodos de recogida eficaces son pura utopía.
Cada año se fabrican cientos de millones
de toneladas de plástico. Grosso modo, la basura plástica oceánica supera los 5
billones de trozos de muy distintos tamaños, cuyo peso superará los 150
millones de toneladas, de acuerdo con la fundación Ellen MacArthur y el
Instituto Five Gyres Institute de Los Ángeles, Estados Unidos.
Buena parte de ellos son de pequeño
tamaño, y a buen seguro que contando uno por uno los microplásticos, esas
cantidades se dispararían. Son trocitos minúsculos que se añaden a otros que
también acaban troceándose y disolviéndose en el agua con el paso del tiempo,
dentro de su lógico proceso de deterioro en el medio ambiente, si bien no
acaban de degradarse hasta pasados los mil años.
Comerlos,
más fácil de lo que parece
Como si la
naturaleza se vengara del ser humano, los plásticos que arrojamos al océano
vuelven a nosotros. Hasta nuestra mesa,
camuflados dentro de un filete de salmón o en cualquier otro pescado. Y los de
pequeño tamaño pueden obedecer e la contaminación del plástico tras deshacerse
en el océano o del vertido masivo de microplásticos que hacemos a diario.
Parte de esa
misma basura plástica vuelve a nosotros. Si en el mar daña a la fauna y flora,
transformando los ecosistemas en lugares inhabitables, completamente
transfigurados, a la hora de comer los más sustancioso (léase venenoso) de la
"sopa de plástico" llega hasta nuestro organismo.
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