A la otra orilla del Mediterráneo los esfuerzos para transitar hacia energías más sostenibles también se dejan sentir. Marruecos, con una de las plantas solares más grandes del mundo, la de Noor, en Uarzazate, y unos objetivos de transición energética equiparables a los de sus vecinos del norte, ejemplifica el camino abierto en África, que deposita en él la esperanza de obtener una nueva fuente de ingresos que impulse el desarrollo del continente más empobrecido.
Con un plan de impulso a las renovables muy ambicioso, Marruecos se sitúa en la avanzadilla de un continente que busca reducir su dependencia energética y que, al mismo tiempo, ve en la exportación de energía a los países desarrollados una opción que prende del Magreb a Oriente Medio y, de ahí, al África Subsahariana. Así, de aquí a 2030, Marruecos aspira a que más de la mitad del consumo energético del país, el 52%, provenga de las energías limpias.
Para alcanzar estos objetivos son muchos los megavatios procedentes del sol, el aire y el agua que el país magrebí tendrá que ir sumando a su mix energético. Parte de ellos se han incorporado ya gracias a la puesta en marcha de parte de la planta termosolar de Uarzazate, puerta del desierto que es ahora cuna de la captación de energía procedente del sol, que luce en este rincón del mundo casi durante todo el año, en concreto durante 330 días.
En ese punto situado al sur de Marruecos opera ya la que es una de las centrales solares más grandes del mundo, después de que el año pasado concluyera Noor I, la primera de las fases previstas. Con unos 160 megavatios de potencia, el primer tramo de la planta permite que decenas de miles de hogares se suministren con energía captada del sol. Estas instalaciones siguen produciendo durante tres horas una vez cae el sol, con el almacenamiento de energía en reservas con sales fundidas a base de nitratos de sodio y potasio.
La planta seguirá creciendo una vez concluyan Noor II y Noor III, dos fases en curso con una inversión de 1.800 millones de euros que, como la infraestructura que está ya en operación, estarán dotadas de espejos cilíndricos para la captación de energía. Las autoridades marroquíes estiman que, una vez finalice la construcción de esta central, no más allá de 2020, aportará hasta 2.000 megavatios.
A esta megaplanta solar se suman más proyectos para aproximar a Marruecos a sus objetivos de transición energética. Entre ellos, por ejemplo, uno de los más recientes es el de una central de energía solar de Midelt, con una producción prevista de 800 megavatios. Esta iniciativa está más cerca de convertirse en realidad después de obtener financiación externa del banco de desarrollo KFW, del Banco Mundial y del Banco Africano de Desarrollo, entre otros.
El impulso marroquí a las energías limpias se contagia a lo largo y ancho de África, con plantas en construcción en Oriente Medio y en Sudáfrica, así como en Ruanda, en Uganda o en Ghana; países que pueden encontrar en el sol una alternativa para el suministro y, tal vez, para producir energía para el exterior y, con ello, dar con una nueva vía de ingresos para el continente.
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