La soledad es mala, muy mala, para la
salud. De hecho, distintas investigaciones han alertado que las personas que se
encuentran solas tienen un mayor riesgo de, entre otras patologías, alzhéimer y
diabetes. Y asimismo, de enfermedades cardiovasculares, primera causa de
mortalidad global y que solo en 2015 sumaron hasta 17,7 millones de decesos en
todo el mundo.
Pero aún hay más. Según muestran los resultados de un nuevo
estudio llevado a cabo por investigadores del Hospital Universitario de Copenhague (Dinamarca), los varones y mujeres que, afectados por
una enfermedad cardiovascular, se sienten solos –con independencia de que vivan
solos o en compañía–, tienen el doble de riesgo de sufrir una muerte prematura.
Como explica Anne Vinggaard Christensen,
directora de esta investigación presentada en el marco del Congreso EuroHeartCare 2018 de la Sociedad Europea
de Cardiología (ESC)
celebrado este fin de semana en Dublín (Irlanda), «la soledad es más común a día
de hoy de lo que ha sido nunca, y cada vez es mayor el número de personas que
viven solas. Es cierto que diversos trabajos previos habían mostrado que
el aislamiento social se asocian con la cardiopatía isquémica y con el ictus,
pero hasta no se había estudiado en pacientes con distintos tipos de enfermedad
cardiovascular».
Mayor riesgo de
deceso.
El objetivo del nuevo estudio
fue evaluar el efecto del aislamiento social sobre el pronóstico de los
pacientes con enfermedad cardiovascular.
Y para ello, los autores siguieron la
evolución de 13.463 adultos daneses que, diagnosticados de cardiopatía isquémica,
arritmias –entre otras, fibrilación auricular–, insuficiencia cardiaca o
valvulopatía, habían respondido a distintos cuestionario sobre su salud física
y mental, hábitos de vida y apoyo social –muy especialmente la percepción de
soledad– con motivo de su participación en la Encuesta DenHeart entre los meses
de abril de 2013 y 2014.
Pero, exactamente, ¿cómo se puede establecer de forma objetiva la
sensación de soledad? Pues básicamente realizando preguntas del tipo ‘¿Cuenta
con alguien con quien hablar cuando lo necesita?’ y ‘¿Se siente solo en
ocasiones aunque quiera estar con alguien?’.
Por tanto, debe discernirse entre
la percepción de asilamiento y el hecho de vivir solo, pues no tienen
necesariamente que ir de la mano. Como refiere la directora de la
investigación, «es importante recopilar
información de ambas preguntas, pues algunas personas pueden vivir solas pero
no sentirse solas y, por el contrario, otras que cohabitan pueden sentirse
solas».
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