sábado, 27 de octubre de 2018

¿Por qué el voto electrónico sigue sin ser una alternativa viable en el mundo? -El saber nos hará libres-


El voto electrónico solo se usa en 6 países de 194 del mundo, ¿Por qué?

La mayor parte de las naciones desarrolladas que lo probaron, lo prohibieron. Sus problemas: inseguridad y poca transparencia. 


Expertos en este tema nos han revelado las claves de un reto tecnológico que sigue sin tener solución sencilla y eficiente y que nos deja una conclusión singular: la tecnología no es la solución para todo... ni para todos.

Un viejo problema sin solución real

Los sistemas de voto electrónico no son en realidad una novedad: hace años que se tratan de poner en marcha sistemas que resuelvan un problema tecnológico que es mucho más importante de lo que uno podría creer. Las implementaciones son variadas y los grados de automatización en cada una de ellas es muy distinto.
El ciclo del voto electrónico es enorme, y va desde el registro y autenticación de los votantes a la consolidación y validación de los votos y la administración de esas elecciones. Entre esas etapas -complejas de por sí- hay otras aún más delicadas como el cifrado y la transmisión de los votos además de la propia introducción del voto.

¿Se impondrá el voto electrónico en el futuro? –puntos a favor y en contra-


Las dudas sobre la validez del voto electrónico son importantes, y para hablar de ellas y de todo lo que rodea al presente y futuro de estos sistemas tuvimos la oportunidad de contar con la ayuda de dos personas que conocen en profundidad el tema.
Como indicábamos anteriormente una de ellas es Ricardo Galli (@gallir), profesor asociado de Ciencias Matemáticas e Informática en la Universidad de las Islas Baleares y co-fundador de Menéame. Pudimos contar también con Pablo Romero (@pabloromero), periodista de El Español, que ha investigado y publicado sobre este tema repetidamente en este y otros medios en los que ha trabajado.
Galli comenzaba hablando de los dos grandes problemas técnicos a los que se enfrenta el voto electrónico: garantizar tanto el anonimato como que el voto es auditable. Ambas cuestiones quedan resueltas con el sistema de votación tradicional basado en las papeletas en el que:
1.                    Se garantiza que el votante es quien dice ser: para votar existe un censo que indica dónde votar exactamente, y la identidad se comprueba con el DNI.
2.                    Se garantiza que el voto es libre y anónimo: el votante puede elegir la papeleta dentro de las cabinas preparadas para tal efecto sin que nadie le vea.
3.                    Se garantiza que ese voto se ha emitido: el DNI se "tacha" cuando el votante introduce los sobres con su voto.
No solo eso: el sistema de papeletas, explicaba Galli, también hace mucho más sencillo controlar claras amenazas al voto electrónico como la coacción, la manipulación de votos o la compra de los mismos. Esas tres ventajas del sistema de voto tradicional son muy complejas de conseguir con medios tecnológicos, y aunque uno podría pensar en que hay sistemas similares que sí se han llevado a internet, las diferencias son fundamentales.
Ocurre con la banca electrónica, por ejemplo, que a diferencia del voto electrónico tiene identificadas las transacciones y las asocia con nuestra identidad y la entidad bancaria en todo momento: no hay necesidad de anonimato por ejemplo, aunque la banca electrónica efectivamente no esté exenta de riesgos de seguridad en materia de ciberataques.

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