jueves, 24 de enero de 2019

Lectura de verano imperdible: CONFLICTOS DE PAREJAS. ¿Hay solución?

Las relaciones como la descrita son muy desconcertantes porque funcionan a ratos o por períodos. Según el momento podremos ver a los miembros de la pareja absolutamente felices y con una contundente solidez, o profundamente angustiados y planteándose seriamente la separación.

Y no es caprichoso que lo hagan, ya que es verdad que no pueden vivir así. No se puede vivir sentado sobre un volcán que no se sabe cuándo estallará, por muy hermosas que sean las vistas.
Vivimos en una cultura cargada de mitos. Tenemos mitos para todo y, a fuerza de repetirlos, se han convertido en verdades absolutas. Y, en el mundo de las relaciones, hay un mito en particular que es el origen del problema que hemos descrito.

El mito dice: “Las buenas parejas no discuten”. Es increíble que la evolución del concepto de matrimonio en nuestra cultura haya llegado a tamaño despropósito, pues nada hay más alejado de la realidad.
Compartir la vida y las decisiones con otra persona plantea conflictos cotidianos –como el simple hecho de decidir si vamos al cine o nos quedamos en casa– y diferencias de criterios –como de qué manera se gasta el dinero o se educa a los hijos.
Por lo tanto, si somos conscientes de que el conflicto en una convivencia es inevitable, querremos aprender a manejarnos con él para evitar transformar las discusiones en peleas. Porque está claro que lo que daña y deteriora una relación de pareja no es la situación conflictiva en sí, sino el mal manejo que hacemos de ella.

Discusiones: una cuestión de formas

Cuando discutimos, “las maneras” sí hacen la diferencia. No olvidemos que, con frecuencia, las palabras pueden convertirse en un arma tan destructiva para el otro que provoque que el amor se transforme en rencor, y esta herida termina deteriorando lenta e irremediablemente la relación de pareja.
Muchas veces lo que molesta no es lo que el otro dice, sino cómo lo dice

Al final de este artículo –en la parte práctica de consejos–, expongo con detalle cómo deben ser estas “formas”, pero cabe subrayar aquí el tema de las acusaciones.
Las acusaciones del tipo “tú dices”, “tú haces”, “tú eres...” no ayudan en absoluto. Lo mejor es no emitir juicios de valor sobre la otra persona, sino explicarle qué me pasa a mí cuando él se porta de tal o cual manera.
Entonces, la frase ideal sería algo así como: “Cuando tú dices…, yo me siento…” Es más constructivo hablar de lo que me pasa a mí que de lo que hace el otro.

Poner el foco en las soluciones

La otra pauta que debemos tener en cuenta a la hora de discutir es orientarnos siempre hacia la búsqueda de soluciones En muchos casos, pensamos que el juego está en “ganar” o “perder”, “imponerse” o “ceder” y, sin embargo, el criterio debería ser si la solución es más o menos resolutiva. Así, encontraremos salidas originales y eficaces.
Un ejemplo: Marta y Juan se encuentran en una etapa de crisis con frecuentes discusiones. Ese fin de semana llega a la ciudad la madre de Juan. Marta puede optar por continuar enfadada con su pareja y permanecer al margen de la visita de su suegra, –con el malestar que esto conlleva–, o bien tomar una postura más reconciliadora en la que, por el bien de la pareja y en un intento de buscar una solución, ella adopte una actitud cordial con ambos. Puede que a Marta no le apetezca hacer esto, pero es una conducta mucho más constructiva, ya que lo contrario sería sumar conflicto al conflicto.
Si queremos construir un vínculo sano y sólido, no hay ganadores ni perdedores. La ganancia o la pérdida tras una discusión es para los dos
Muchas personas confunden ceder con someterse, cuando ceder ante la pareja, no siempre se hace desde la sumisión. Es más, muchas veces es el mejor síntoma de madurez e inteligencia frente a un problema.

Desencuentros bien resueltos, en 8 claves

Con el objetivo de redescubrir la empatía y los buenos sentimientos, debemos tener en cuenta estas ocho claves.

1. Escucha atentamente

Para ser capaces de llegar a una solución es necesario, como primer paso, prestar mucha atención a lo que el otro quiere decir. Debemos huir de todas aquellas interpretaciones o suposiciones realizadas de forma automática y que nos conducen inevitablemente a errores y, como consecuencia, a respuestas que no responden al planteamiento real de nuestra pareja.

2. Cíñete a lo que se discute

Cuanto más precisos seamos con nuestra demanda, mejor atendida será,reduciendo drásticamente la probabilidad de acabar en pelea. Es habitual empezar una discusión, por ejemplo, sobre las vacaciones y acabar batallando porque “en las Navidades del 98 tu madre me saludó mal”. Esfuérzate por ceñirte a un solo tema, el que más importe.

3. Dale el espacio adecuado

A la hora de plantear un problema, debemos darle el tiempo y el espacio que se merece. No sirve comenzar una charla cinco minutos antes de salir para ir al trabajo porque en ese momento me he enojado o porque tengo urgencia en plantearlo. Tenemos que aprender a manejar las urgencias porque un diálogo constructivo requiere disponer de los medios para analizar bien las cuestiones.

4. Zanja el pasado

Provoca muchísimo daño en la pareja tener una lista de reproches guardaday cuidadosamente ordenada para lanzársela al otro en cada oportunidad. Para que esto no pase, es bueno no dejar temas pendientes, porque son los que salen continuamente, ya que al no estar cerrados crecen en rencor y aparecen cada vez que nos enfadamos.

5. Insultos, nunca

Una premisa fundamental para llegar a discutir constructivamente es erradicar por completo los insultos y las descalificaciones. No sirven para nada excepto para provocar daños, a veces, irreparables.

6. Juega limpio

A medida que avanza la relación, vamos ampliando nuestro “arsenal de armas” y las tenemos de todo tipo: trampas, de ataque a discreción y, cómo no, “de destrucción masiva”. Las más peligrosas son las que tienen que ver con los afectos: “Eres tan inútil como tu padre” o “Eres tan aburrido como tu tía Pepa”. Utilizar los afectos para atacar es odioso. Aprender a discutir implica buscar la paz y, por lo tanto, deponer las armas.

7. Negocia las soluciones

Una buena solución en la pareja es aquella respuesta a la que se llega de forma bilateral, y todo aquello a lo que no se llegue de esta manera no tendrá viabilidad, puesto que la solución que es válida para mí, no necesariamente lo es para ti.

8. Concédete tiempo


En muchos casos sabemos que algo nos ocurre, pero no sabemos qué es ni si tiene que ver con la pareja o con nosotros mismos. En estas situaciones, corremos el riesgo de desatar una discusión por cualquier nimiedad. Si nos tomamos el tiempo suficiente, llegaremos a darnos cuenta de qué es lo que nos está pasando y también seremos capaces de transmitírselo a nuestra pareja de forma clara y, sobre todo, sin ofender.

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