Es la voz disonante, cada vez más alejada del poder formal y más cerca de la “confianza de la gente”. Desacoplado de los torbellinos políticos que extreman posiciones y hacen de la intolerancia su arma estratégica y lingüística, el papa Francisco se mantiene fiel a su visión de un mundo que incluya, iguale, dignifique.
En un planeta en el que la valoración de la dirigencia política desciende abruptamente, un líder que ha logrado fusionar la espiritualidad religiosa con las necesidades sociales urgentes es la figura más valorada y confiable en 57 países.
El mapa de preferencias que surge de la recientemente publicada Encuesta Mundial Anual de Gallup, sobre quienes dirigen los destinos de la Tierra, entra en colisión con algunos resultados en las urnas. Donald Trump, el presidente bravucón y belicoso, que se propone construir muros y romper puentes, provoca tantas resistencias que lo ubican en los últimos puestos de la lista, al igual que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con su accionar antipalestino duro e intransigente.
Emmanuel Macron, que llegó a la presidencia de Francia con impronta renovadora y recetas añejas, pasó del primer puesto en 2017 a una caída en picada, provocada por políticas que generaron la reacción de los chalecos amarillos.
Por el contrario, Angela Merkel, la canciller alemana con capacidad de diálogo y cierta autonomía frente a los arrebatos estadounidenses, se destaca en el segundo puesto.
El estudio de Gallup es una alerta para aquellos convencidos de que este “nuevo” ciclo no solo llegó para quedarse, sino que también interpreta un sentimiento de época. Lo que hasta hace poco aparecía como el daño colateral de un sistema de representación en crisis, demasiado vacío de significados y significantes, hoy pretende erigirse en la “racionalidad” unívoca que dicta las reglas, las impone, las arbitra.
No hay que equivocarse, advertiría Shakespeare: “Parece locura pero tiene método”. Este orden mundial que intenta afianzar Trump y que cuenta con Jair Bolsonaro y Mauricio Macri entre sus discípulos tiene un opositor férreo: el papa Francisco.
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