Investigaciones del Laboratorio de Permafrost de la Universidad de Alaska han demostrado que el ritmo al que se derrite el permafrost es hasta un 240% más rápido que hace 40 años. El permafrost ártico, que se derrite, da lugar a paisajes termocársticos, caracterizados por el hundimiento del suelo y zonas pantanosas.
El permafrost ártico se está derritiendo con 70 años de antelación: según un estudio realizado por el Laboratorio de Permafrost de la Universidad de Alaska, las tasas de derretimiento del suelo congelado observadas en algunas estaciones de prospección ya son actualmente superiores a las previstas por investigaciones científicas anteriores para 2090.
El estudio, publicado en la revista Geophysical Research Letters, se centra en una banda de permafrost ártico en el norte de Canadá: según los investigadores, los veranos anómalos registrados entre 2003 y 2016 desencadenaron mecanismos de fusión no previstos por otros estudios científicos. En sólo 12 años, la capa de hielo observada se derretiría a un ritmo entre un 150% y un 240% más rápido que en 1979-2000.
Cuando el permafrost se derrite, el paisaje cambia radicalmente, dando lugar al llamado fenómeno del termocarsismo: el suelo se hunde y lo que antes parecía una llanura homogénea se transforma en una alternancia articulada de lagos, charcos de agua, pantanos y pequeños montículos. Investigadores canadienses han registrado profundidades de hasta 90 cm en los tres sitios de monitoreo dispersos en más de 700 km de permafrost del Ártico norteamericano.
Los picos de calor alcanzados en varios veranos anómalos a principios de la década de 2000 serían la causa principal del derretimiento prematuro del permafrost: según investigadores canadienses, la capa superior del permafrost sería más sensible a las temperaturas fuera de temporada. La disolución lleva a la germinación de la vegetación, lo que a su vez provoca una acumulación de calor en la superficie.
Cuando el permafrost se derrite, también expone a la atmósfera todo el material biológico atrapado debajo del hielo perenne que se descompone rápidamente y libera grandes cantidades de CO2 y metano a la atmósfera, exacerbando así el problema del calentamiento global.
Investigaciones recientes de la Universidad de Harvard han demostrado que la disolución del permafrost ártico está liberando a la atmósfera 20 veces más óxido nitroso de lo esperado. Este es uno de los principales gases de efecto invernadero, capaz de retener el calor de la Tierra incluso 300 veces más que el dióxido de carbono.
El estudio de la Universidad de Alaska también señala que la disolución del permafrost causa daños directos a los recursos humanos y a la infraestructura: el colapso de la tierra y la aparición de zonas pantanosas están provocando el colapso de viviendas y estaciones de investigación en varias zonas de Alaska, Canadá y Rusia.
Recientemente, el gobierno de Estados Unidos ha cerrado la autopista de 92 km que atraviesa en el Parque Nacional de Denali, Alaska, porque se construyó en un terreno que se hunde lentamente, lo que hace peligroso el tránsito.
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