El Papa Francisco presidió este domingo 8 de septiembre la celebración de la Misa en el Campo Diocesano de Soamandrakizay, en Madagascar, donde se encuentra de viaje apostólico, ante 1 millón de fieles, según estimaciones de los organizadores.
En su homilía, el Pontífice habló de las exigencias de Jesús para aquellos que deciden seguirle, y que implican una renuncia a la vida cerrada y al individualismo.
“Cuán urgente es esta invitación de Jesús a morir a nuestros encierros, a nuestros individualismos orgullosos para dejar que el espíritu de hermandad –que surge del costado abierto de Jesucristo, de donde nacemos como familia de Dios– triunfe, y donde cada uno pueda sentirse amado, porque es comprendido, aceptado y valorado en su dignidad”.
A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:
El Evangelio nos dice que «mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc 14,25). Como esas multitudes que se agrupaban a lo largo del camino de Jesús, muchos de vosotros habéis venido para acoger su mensaje y para seguirlo. Pero bien sabéis que el seguimiento de Jesús no es fácil. No es relajante. Vosotros no habéis reposado y muchos de vosotros habéis pasado la noche aquí. El evangelio de Lucas nos recuerda, en efecto, las exigencias de este compromiso.
Es importante evidenciar cómo estas exigencias se dan en el marco de la subida de Jesús a Jerusalén, entre la parábola del banquete donde la invitación está abierta a todos —especialmente para aquellos rechazados que viven en las calles y plazas, en el cruce de caminos—; y las tres parábolas llamadas de la misericordia, donde también se organiza fiesta cuando lo perdido es hallado, cuando quien parecía muerto es acogido, celebrado y devuelto a la vida en la posibilidad de un nuevo comenzar.
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