domingo, 26 de enero de 2020

La sostenibilidad del planeta no se diferencia de credos o sensibilidades políticas, sino es una cuestión de sentido común. –Lectura obligada de vacaciones-


Hace tiempo que la sociedad venía reclamando iniciativas en la vida práctica sobre un compromiso real con el medioambiente, y pese a las reticencias parece que es ahora cuando las estructuras de poder se caminan hacia esta dirección.

Esta semana Bruselas daba luz verde al Green Deal Europeo que habían aprobado previamente hace unas semanas desde la Comisión Europea. Por fin se ha aprobado un plan de financiación cuantificado en un billón de euros para garantizar que Europa se convierta en el primer continente en lograr la neutralidad climática en 2050.

Para ello el plan de la Comisión utilizará ingentes recursos del presupuesto comunitario para estimular la inversión; diseñar un marco legal que facilite y atraiga el capital privado; y reservar partidas especiales para los socios de la UE menos ricos y para las regiones con alta dependencia de fuentes energéticas o industrias con gran nivel de emisiones contaminantes.

“Queremos que la Unión Europea se convierta en un modelo y que sea el líder mundial en esta materia”, ha remarcado Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
Lo cierto es que pese al cuestionamiento de la UE en otras facetas, en esta gestión de políticas sostenibles está demostrando una mayor conciencia y liderazgo ante el desafío del cambio climático.
Por el contrario el compromiso de otras regiones del mundo es contradictorio. En el caso de EE.UU donde el entusiasmo del año pasado, en especial con la defensa de la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez al Green New Deal (Nuevo Acuerdo Verde) no parece encontrar los cauces hábiles para llevarse a cabo.
Mientras su presidente Trump se burla del acuerdo verde, la presión en la calle a favor de un cambio en las políticas medioambientales es mayor. Son conocidos las detenciones a la actriz Jane Fonda que protesta en las afueras del Capitolio en Washington, Estados Unidos, en los viernes verdes; a los que hay que sumar personalidades como los actores Joaquín Phoenix y Martin Sheen.
China es la otra superpotencia que siempre ha estado en el ojo del huracán, pero de un tiempo a esta parte hay un acercamiento evidente  en medioambiente.
Las formas en que China lleva a cabo su revolución verde son muchas. Se ha convertido en el líder mundial de fabricación de automóviles eléctricos y ha invertido mucho en una flota nacional de autobuses eléctricos para el transporte público.


La República Popular tiene la tasa de forestación más alta de cualquier país o región del mundo. Lidera la investigación, el desarrollo y la fabricación de fuentes de energía renovables y es el principal productor mundial de electricidad a partir de fuentes de energía renovables.
China está cambiando su situación ambiental al ajustar su estructura industrial, conservando energía y mejorando la eficiencia energética, optimizando la estructura energética, controlando las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de actividades no energéticas, aumentando los sumideros de carbono plantando millones de árboles y designando millones de hectáreas de áreas de conservación, fortaleciendo el control coordinado de GEI y contaminantes del aire y promoviendo pilotos bajos en carbono y acciones locales.
En este sentido sería una buena noticia que las regiones del mundo compitieran en compromiso medioambiental, pero más importante que con diferencia de las ideologías se llegara a acuerdos para la articulación de un pacto verde mundial.
La respuesta debe ser conjunta puesto que la sostenibilidad del planeta no se diferencia de credos o sensibilidades políticas, sino es una cuestión de sentido común.

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