En Argentina, en 13 de junio es
considera un día importante dentro de la literatura. El nacimiento de Leopoldo
Lugones —considerado el poeta nacional durante mucho tiempo— en 1874 dio origen
a este homenaje. Lo dictaminó la SADE (Sociedad Argentina de Escritores),
institución que el propio Lugones fundó en 1928.
Un escritor es un creador, un
imaginador de mundos, un conspirador del lenguaje. Sin embargo, como
decía Jorge Luis Borges, un escritor es, por sobre todas las cosas,
un lector. ¿Cuánto han tenido que leer nuestros narradores para forjar sus
obras? Por eso, el Día del Lector existe y se celebra el 24 de agosto —que
se celebra en homenaje al nacimiento del escritor de El Aleph—,
sin embargo, ¿por qué hoy se festeja el Día del Escritor?
Leopoldo Lugones, considerado durante mucho tiempo el gran poeta nacional, nació un día
como hoy, 13 de junio de 1874. En 1928 creó la SADE (Sociedad Argentina de
Escritores) y fue esta institución la que dictaminó que el Día del Escritor
merecía basarse en Lugones. Por eso, hoy, como todos los 13 de junio, Argentina
piensa en los escritores, en su oficio, en sus imaginerías, pero también en uno
en particular.
Publicó
a lo largo de su vida 35 libros. Por mencionar algunos, se pueden destacar Los crepúsculos
del jardín, Lunario sentimental, El libro fiel, El libro de los paisajes, Las
fuerzas extrañas, La guerra gaucha y Las horas doradas.
Admirado
por muchos —aunque también criticado debido a sus posiciones políticas
protofascistas—, fue un narrador que navegó por todos los géneros: poesía,
cuento, novela, ensayo, artículo periodístico. Además, desde el lenguaje,
abordó diversas profesiones: historiador, docente, traductor, biógrafo,
filólogo y periodista. También, y este no es un detalle menor, fue dirigente
político.
Para
Borges, Lugones fue mucho más que un gran autor. "Decir que ha muerto el
primer escritor de nuestra República, decir que ha muerto el escritor de
nuestro idioma, es decir la estricta verdad y es decir muy poco", se lee
en Leopoldo Lugones la biografía que escribió con Betina
Edelberg en 1955.
Murió
de forma trágica. No fue "de viejo" en la tranquilidad de su hogar.
En una pensión del recreo del Delta de Tigre, en la confluencia entre el Paraná
de las Palmas y el Canal de la Serna —corría febrero de 1938—, Lugones pidió
una habitación y se encerró. Escribió una carta de despedida y la dejó sobre la
mesa. Lo encontraron en la cama, retorcido, el rostro violeta. Mezcló whisky y
cianuro.
"Que
me sepulten en la tierra sin cajón y sin ningún signo ni nombre que me
recuerde. Prohíbo que se dé mi nombre a ningún sitio público. Nada reprocho a
nadie. El único responsable soy yo de todos mis actos", decía la carta. El
último acto, antes de morir: escribir.
Murió
de forma trágica. No fue "de viejo" en la tranquilidad de su hogar.
En una pensión del recreo del Delta de Tigre, en la confluencia entre el Paraná
de las Palmas y el Canal de la Serna —corría febrero de 1938—, Lugones pidió
una habitación y se encerró. Escribió una carta de despedida y la dejó sobre la
mesa. Lo encontraron en la cama, retorcido, el rostro violeta. Mezcló whisky y
cianuro.
"Que
me sepulten en la tierra sin cajón y sin ningún signo ni nombre que me
recuerde. Prohíbo que se dé mi nombre a ningún sitio público. Nada reprocho a
nadie. El único responsable soy yo de todos mis actos", decía la carta. El
último acto, antes de morir: escribir.
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