El avance de los vinos orgánicos es un fenómeno global que
atraviesa a todas las categorías de esta bebida: pasó de representar el 1.5%
del consumo de vino mundial en 2013
a ser el 2.6% en 2018, y se espera que ese crecimiento
se sostenga hasta alcanzar en 2023 el 3.5%. En sintonía con esa demanda, la Argentina ha incrementado y
diversificado su producción de vinos orgánicos: cada vez son más las bodegas
que certifican sus viñedos y sus etiquetas, en un proceso que alcanza tanto a
los pequeños como a los grandes productores.
En el auge de la demanda global
de vinos orgánicos confluyen diferentes tendencias, muchas de las cuales
exceden al mundo del vino. “Hay una disposición a alimentarnos de manera más
saludable, a conocer qué estamos comiendo o tomando, y los productos orgánicos
en general y el vino en particular significan una garantía en ese sentido.
Además, el vino orgánico es más amigable con el medio ambiente y refleja más
claramente la uva y el lugar del que proviene”, explica Mauricio Castro,
coordinador de Vinodinámicos,
organización que agrupa a viticultores que producen vino orgánico en la
Argentina.
Ignacio Martínez Landa,
director de Marketing y Comunicaciones de Domaine Bousquet, coincide: “Hay
muchos consumidores que buscan los productos orgánicos ya hace tiempo. Esto
comenzó primero con los alimentos y va pasando de categoría en categoría. El vino
también entró dentro de esta tendencia y el consumidor hoy quiere tener
trazabilidad de los productos, porque cree que uno hecho de forma orgánica
muchas veces es mejor que otro producido de forma convencional en cuanto a sus
beneficios para la salud”.
Pero, ¿qué se considera hoy vino orgánico? Es aquel elaborado a
partir de uvas provenientes de viñedos en los que no se emplean productos de
síntesis química (fertilizantes, herbicidas, pesticidas), y que gracias a un
manejo racional de los recursos naturales mantiene o incrementa la fertilidad
del suelo y su diversidad biológica. De la adherencia a esos preceptos dan
cuentan las distintas certificaciones que en la Argentina otorgan cuatro
entidades –Argencert, Letis, OIA y Food Safety–, que garantizan la
trazabilidad de todos los procesos involucrados en la producción del vino.
Los registros más recientes indican que 161 fincas argentinas han
sido certificadas como orgánicas –sumadas ocupan una superficie de 6240
hectáreas– y que son 53 las bodegas que producen vino bajo dicha certificación.
Pero si bien cada vez más consumidores argentinos adoptan el vino orgánico, la
enorme mayoría se exporta. El 75% de los vinos orgánicos producidos en la
Argentina se consume en Europa; otros mercados relevantes para el vino orgánico
argentino son Estados Unidos (4%) y Japón (3%).
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