De los 1,38 cuatrillones de Km3 de agua existente
en la tierra, sólo el 2,8% es dulce y apenas el 0,62% es subterránea. La Argentina
cuenta con importantes sistemas de aguas almacenadas en el subsuelo (un 40% de
lo consumido es de este origen). Uno es el acuífero Guaraní, un reservorio
transfronterizo, ubicado en el subsuelo de Brasil, Paraguay, Uruguay y la
Argentina, con 1.100.000 Km2. de superficie y un gran volumen de agua dulce,
con temperaturas que oscilan entre 38º y 65º grados centígrados, conforme al
gradiente (declive) térmico. Otro, muy explotado, es el acuífero Puelche que se
extiende entre los 15 y los
En la naturaleza, el
agua se presenta en forma sólida, líquida y gaseosa. El líquido se transforma
en vapor, sube a la atmósfera y origina nubes que, luego de generar gotas o
cristales de hielo, precipitan en forma de nieve, lluvia o granizo. Una parte
forma arroyos, ríos y lagos, y otra se filtra en el suelo almacenándose en
rocas subterráneas.
El suelo exhibe una zona
saturada o inferior (donde los poros de las rocas están ocupados por agua)
apropiada para los acuíferos (unidades tridimensionales con ancho, largo y
profundidad), formados por la filtración de líquido, no retenido por las plantas,
que llenan los espacios vacíos de las diferentes rocas, y otra no saturada o
superior, prácticamente seca. El límite entre estas zonas, denominado nivel del
agua o “capa freática”, acompaña el relieve de la superficie.
El agua que se filtra en
el subsuelo no forma ríos subterráneos, sino que se almacena en rocas
permeables, que absorben y acumulan agua (con excepción de las rocas calcáreas
que suelen producir disoluciones por las aguas infiltradas). La existencia de
agua subterránea depende de la permeabilidad de la roca, prescindiendo de la
mayor profundidad de un pozo para aumentar la producción.
Un acuífero está formado
por rocas que almacenan, filtran y liberan agua, a través de la conexión de
muchos poros que forman una red que permite el movimiento acuoso interno. Un
río es una fuente abierta alimentada básicamente por lluvias.
Un acuífero limitado
arriba y en su base por rocas impermeables se denomina “confinado”. Si la capa
superior fuese semipermeable se llamará “semiconfinado”. En este caso el agua
almacenada ejerce una presión mayor que la atmósfera y mediante perforaciones
es empujada hacia la superficie a través del canal de perforación. Si llega sin
bombeo, el pozo se denomina “artesiano”, de lo contrario es “semiartesiano”.
Los acuíferos libres (capa inferior limitante y superior abierta) no tienen la
presión suficiente para elevar el agua.
Disponibilidad, consumo
y abuso
El agua circulante
(nubes, lluvia, ríos y lagos), se renueva sin interrupción, por lo que en
principio, la cantidad total disponible, al menos para el consumo humano, no
disminuye. Entonces ¿por qué se torna escasa? La respuesta exige distinguir los
términos “demanda” y “consumo”: el primero está ligado a la necesidad y el
segundo al “gasto” o “utilización efectiva”.
Los principales factores
de crisis están dados por la demanda y el aumento de la población (creció seis
veces durante el siglo XX), el uso de fertilizantes (exige mayor demanda de
agua), las prácticas ambientales inadecuadas y el estilo de vida actual. Los
cultivos, a nivel mundial, utilizan 2,6 trillones de m3. de agua por año.
Los recursos
subterráneos se renuevan, mayoritariamente, en forma pluvial: recarga directa o
infiltración; en menor medida, por los retornos o penetración desde las zonas
de riego o canales y, minoritariamente, por conexiones.
En algunos casos la
demanda aumenta por una utilización incorrecta del agua subterránea ya que el
bombeo excesivo y la interferencia entre pozos cercanos baja el nivel, la tasa
de extracción se vuelve mayor que la recarga y el acuífero tiende a agotarse.
A los efectos de
resguardar las reservas, la calidad y evitar el desperdicio de agua, se
deberían localizar “áreas de protección de acuíferos”, “perímetros de resguardo
de pozos de abastecimiento” y “áreas de restricción y “control del uso del agua
subterránea”.
Hoy, grandes urbes, para
neutralizar la “cementización”, utilizan manzanas enteras con “vasijas de
espera” para el agua de lluvia, forradas en la base con arena para aumentar la
infiltración y prever las recargas.
Fuente: Instituto de
Geociencias de la Universidad de Campiñas y Departamento de Aguas y Energía
Eléctrica del Gobierno de San Pablo
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