En su origen etimológico, democracia significa “gobierno del
pueblo”. Y en las sociedades modernas, este gobierna a través de sus
representantes. Por lo tanto, si consideramos vivir en una auténtica
democracia, hay que respetar la voluntad mayoritaria de un pueblo cuando se
manifiesta como corresponde; es decir, por medio de las urnas con el sufragio.
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El respeto a esa voluntad
popular, como todos los ejemplos, debe venir de arriba hacia abajo, desde las
autoridades con mayor responsabilidad, sobre todo en los gobiernos que rigen el
destino de un país. Eso se llama “educar”.
No sólo se educa con
palabras, sino fundamentalmente con hechos concretos, ya que un ejemplo vale
más que mil palabras.
Por todo lo expuesto, puedo
aseverar sin temor a equivocarme que el mayor acto antidemocrático –violento
por su actitud soberbia y falta de educación por el mal ejemplo que transmite–
lo constituyó el anterior gobierno, representado por Cristina Fernández, el
cual se negó a entregarle al actual presidente, Mauricio Macri, la
correspondiente banda y bastón, demostrando un total desapego a las leyes y a
las normas elementales de convivencia.
Una actitud negativa en cuanto a la aceptación de las reglas
básicas de la democracia, como lo son la voluntad popular y la alternancia en
el poder.
Este gesto antidemocrático
no necesita ser sometido a la Justicia como los actos de corrupción, ya que fue
visto por todos.
¡Basta de violencia! Que
prevalezcan el respeto y la tolerancia. La unión hace la fuerza.
¡Basta de marchas! La única
marcha que nos hace falta es la que nos conduzca a las urnas y con nuestro voto
consigamos un país unido, sin resentimientos ni odios.
Que no prevalezcan los
intereses personales, sino el bien común o bienestar general, que haya respeto
en las disidencias y que tengamos un solo objetivo: sacar al país adelante, en
paz, en democracia, todos unidos, ya que Argentina es uno sola y debemos
aprovecharla sin perder tiempo con peleas y rencores.
No transformemos al país en
un Boca-River, pues la Argentina es de todos los argentinos. Y hagamos de una
vez por todas una gran nación, como lo expresa nuestra Constitución en su
preámbulo: para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del
mundo que quieran habitar en el suelo argentino.
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