La prueba escrita más antigua nos
llevaría a la India, aproximadamente en el año 1400 a.C., Si vamos
más allá, hasta la prehistoria, la primera prueba arqueológica de presencia de
hidromiel en un recipiente nos llevaría a la China del año
El hidromiel es por
definición una bebida fermentada que contiene miel y agua. A lo largo de la
historia han surgido muchas recetas distintas que dieron lugar a distintos
estilos de hidromiel: con frutas, con especias, con mayor o menor contenido alcohólico,
seca, dulce, semiseco, mezclado con vino... Ha pasado tanto tiempo con
nosotros que cada época y cada cultura le ha dado su toque distintivo.
De
hecho es una de las bebidas más antiguas de la humanidad (probablemente la más
antigua) y aunque actualmente evoca principalmente imágenes de vikingos o de
castillos medievales, está bien documentado su uso en tiempos de la antigua
Roma e incluso anteriores. De hecho Aristóteles (s. IV a.C) lo menciona en sus
Metereológicos y los poemas mitológicos griegos (s. VIII a.C.) cuentan que en
la Edad de Oro de la Grecia Clásica esta era la bebida preferida: probablemente
el Néctar y la Ambrosía que consumían los dioses del Olimpo fuesen hidromiel.
Esto nos lleva a
preguntarnos ¿cómo se fabricaba el hidromiel antiguamente?
Si
estás leyendo esto probablemente ya seas lo bastante fanático de los
fermentados como para saber que la cerveza se produce a partir de grano
fermentado, o que el vino se consigue fermentando el zumo de la uva. El
hidromiel se consigue fermentando miel, tras mezclarla en agua para facilitar
el proceso. Las tres fermentaciones son muy parecidas a nivel químico y
microbiológico y diferentes de las de la sidra (nuestra querida sidra
asturiana), y tienen un funcionamiento relativamente sencillo. Las
protagonistas de este proceso son las levaduras (una especie de hongo
microscópico) que utilizan el azúcar presente en la miel, en el zumo de uva o
en el caldo de grano, como materia prima para fabricar alcohol y CO2 (las
burbujitas).
Aunque
hoy en día en la fabricación de fermentados se usan cepas (especies) de
levaduras especializadas, en la antigüedad ni siquiera sabían de la existencia
de estos microbios (hasta el s. XVII no se descubrieron) y no comprendían
exactamente mediante qué proceso mágico su miel se convertía en néctar divino.
Esto hacía que tuviesen que confiar en las levaduras salvajes presentes en la
cáscara del grano o la piel de la uva. Con la miel es más complicado, ya que es
un antiséptico natural y por tanto no contiene levaduras salvajes. De ahí que
Columella (agrónomo romano del siglo I d.C.) nos recomendase dejar la mezcla de
agua y miel al sol durante 40 días. Aunque probablemente él no lo sabía, lo que
estaba haciendo era dar tiempo a levaduras salvajes que flotaban en el aire a
posarse y "colonizar" el rico mosto de agua y miel. Lo que no sabía
es que también daba tiempo a otros microbios a medrar en su hidromiel, lo cual
podía hacer que se estropease y adquiriese un sabor avinagrado o fuese incluso
peligrosa de consumir.
En
cuanto al CO2, es el gas que produce las características burbujas de algunos
vinos, la cerveza o nuestra Zángana. Los antiguos no pudieron haberlo
disfrutado ya que prácticamente no tenían recipientes herméticos que lo
atrapasen. En toneles grandes aún se conservaría el hidromiel con algo de gas,
pero que se perdería enseguida al servir un vaso.
El
origen del término ''luna de miel''
La miel y por supuesto el hidromiel siempre han tenido fama de ser
afrodisíacos y grandes potenciadores de la fertilidad. Tanto es así que una de
las teorías del origen del término se remonta a Babilonia, hace unos 4000 años.
Por aquel entonces era típico entre los recién casados pasar 28 días (el
calendario babilonio tenía meses lunares) bebiendo hidromiel para potenciar su
fertilidad y engendrar pronto un hijo. Seguro que si nueves meses después nacía
un niño los orgullosos padres felicitaban al fabricante del hidromiel.
En la antigua Roma era
habitual beber hidromiel fabricado a partir de agua, miel y zumo de uva, dando
lugar a un hidromiel de alta graduación y muy aromático al que el mismísimo
Julio César era muy aficionado. De esta época procede una de las primeras recetas
documentadas de hidromiel:
"Coge agua
de lluvia almacenada durante varios años y mezcla un sextario de este agua con
una libra romana de miel. Para una hidromiel más débil mezcla un sextario de
agua con nueve onzas de miel. La mezcla es expuesta al sol durante 40 días y
después guardad en una estantería cerca del fuego. Si no tienes agua de lluvia
hierve agua de manantial"
De esta receta obtendríamos una hidromiel de alta graduación, seca y sin
gas... Algunas veces. Es probable que este método de fabricación tuviese una
alta tasa de fracaso, pero eso lo explicaremos pronto en otro artículo sobre
cómo hacer tu propia hidromiel casera.
Aunque
a muchos les cueste creerlo, el aguamiel era una bebida más común entre monjes
y nobles que entre fieros guerreros. Y no sólo los vikingos la bebían
No podían faltar, vikingos y celtas siempre se nos vienen a la cabeza
cuando hablamos de hidromiel. Y es que fueron estos uno de los pueblos más
aficionado a esta bebida. Como muchos otros, le otorgaban la categoría de
divina. De hecho, se decía que la capacidad de Odín para los versos y las
canciones le venía por el consumo de hidromiel. También aparece en todo tipo de
odas y leyendas germánicas y célticas, y en el poema épico inglés Beowulf, en
el que los guerreros daneses se pasan el día bebiendo hidromiel en el gran
salón esperando a que Grendel aparezca. Sin embargo, nuestro objetivo escribiendo
este artículo era demostrar que no sólo los vikingos han bebido hidromiel en la
historia. De hecho por su alto coste y prestigio, es mucho más probable que
incluso en épocas remotas fuese una bebida reservada a las clases altas o a las
festividades más especiales.
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