A medida de crece la urgencia por combatir el cambio
climático, aumenta también la presión sobre la industria de la aviación por los
daños que le causa al medio ambiente.
Los organismos internacionales buscan que en las
próximas décadas los aviones reduzcan sus emisiones
de C02 y sean también más silenciosos.
Pero junto al ruido y los gases tóxicos, hay otro
factor contaminante que ha pasado más bien desapercibido:
las estelas blancas que se dibujan en el cielo tras el paso de un aeroplano.
Y no tiene que ver con quienes creen que estas
estelas son parte de un complot de
varios países para rociarnos con químicos o intentar manipular el estado del
tiempo.
En realidad, se trata de algo más fácil de medir y comprobar, de acuerdo con un nuevo estudio del Instituto de
Física Atmosférica en Alemania.
Según
los autores del informe, titulado Química y física atmosférica y publicado la
semana pasada en la revista de la Unión Europea de Geociencia, aunque estas
estelas parecen inofensivas, en realidad "han contribuido al calentamiento de la atmósfera más que todo
el CO2 emitido por los aviones desde el principio de la aviación".
Además, advierten que, según sus cálculos, para
2050 el impacto causado por esos rastros se habrá triplicado.
Estas estelas están hechas de vapor de agua y duran
solo unos minutos, a lo sumo horas, en el aire. Entonces ¿por qué según esta
evidencia causan tanto daño?
Cristales de hielo:
Las estelas de los aviones se forman por la misma
razón por la que puedes ver tu aliento caliente cuando
exhalas en un lugar en el que hace muy frío. Así lo explica en el portal Scientific American Jenn
Stroud Rossmann, profesora de ingeniería en el Harvey Mudd College de
California, EE.UU. El aire caliente y húmedo que sale de las turbinas del avión
se mezcla con la atmósfera, que a esa
altura tiene una temperatura mucho más baja que los gases que despiden los
motores.
Así, el vapor de agua contenido en el chorro de aire
se condensa y puede congelarse, formando cristales
de hielo. En ese proceso se forma una nube blanca, llamada cirro o cirrus.
Según explica Stroud Rossmann, el aire de las
turbinas contiene vapor de agua, pero también contiene dióxido de carbono,
óxidos de azufre y nitrógeno, hollín y partículas metálicas.
El hollín y otras partículas sirven como
superficies para que se produzcan los cristales de condensación.
¿Por qué afectan al ambiente?
Las nubes a bajas alturas normalmente funcionan
como una barrera que ayuda a filtrar la luz del sol y mantiene las temperaturas
bajas.
Pero las nubes generadas por los aviones se
comportan de manera distinta.
Son
demasiado delgadas para filtrar la luz del sol y en cambio sus cristales sí
pueden funcionar como trampas que atrapan
el calor.
"El principal impacto de las estelas cirrus es
que, cuando el tráfico aéreo es alto, calientan la atmósfera superior alterando
la nubosidad natural", dijo en un
comunicado el físico Ulrike Burkhardt, coautor del estudio.
Mediante modelos computacionales, los científicos
calcularon la cantidad de estelas generadas desde 2006 y proyectaron las que se
producirán en 2050, cuando el tráfico aéreo será cuatro veces mayor.
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