La planta carnívora Dionaea muscipula, comúnmente llamada venus
atrapamoscas, posee una memoria para detectar sus presas y encerrarlas entre
sus hojas, pero sin un cerebro ni un sistema nervioso, ¿cómo es capaz de
activar esta eficaz trampa?
Esa
pregunta ha fascinado siempre a los científicos. En 1988, expertos de la
Universidad de Bonn (Alemania) especularon con la posibilidad de que la memoria
de la venus dependía de los cambios ocurridos en los iones de
calcio.
No
obstante, la tecnología existente entonces no les permitía medir las
variaciones de concentración de calcio sin dañar las células.
Su
teoría ha sido ahora confirmada por colegas del Instituto Nacional de Biología
Básica (NIBB, sus siglas en inglés) de Okazaki (Japón), en un estudio que
publica este lunes la revista Nature.
Memoria a corto plazo.
El
equipo encabezado por Hiraku Suda, estudiante de posgrado, ha logrado
visualizar las concentraciones de calcio en las células de la Dionaea muscipula y demostrar que su memoria
a corto plazo está conectada a las variaciones de ese elemento químico.
La atrapamoscas, explican, “caza” pequeñas criaturas y absorbe sus
nutrientes a través de sus características hojas insectívoras, en cuya
superficie tiene seis tricomas (o cabellos) que actúan como sensores para
alertarle cuando se ha posado una presa.
El
primer contacto con los tricomas no es suficiente para que la venus cierre la
trampa, pero después de 30 segundos sí activa su eficaz mecanismo depredador.
Esto
indica, exponen los expertos, que esta planta carnívora
retiene en su memoria el recuerdo del primer estímulo durante
ese medio minuto, aproximadamente.
Lo comprobaron
desarrollando, en un primer paso, una herramienta de transformación genética
específica para la venus.
Después,
introdujeron en la planta el gen que codifica la proteína sensora de calcio
intracelular “GCaMP6”, la cual emite un verde fosforescente cuando se une al
elemento químico, permitiéndoles, por primera vez, visualizar los cambios de
concentraciones.
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