El Papa
Francisco escribió una carta al Obispo de Apatzingán (México), Mons. Cristóbal
Ascencio García, expresando su oración y su aliento a los fieles ante la
violencia causada por los cárteles del narcotráfico que pelean por el control
de la región.
En la carta, leída durante
la Misa que presidió Mons. Asencio García en el municipio de Aguililla el 18 de
julio, el Santo Padre señala que “he tenido noticias de los grandes
sufrimientos causados por los violentos enfrentamientos entre bandas rivales de
narcotraficantes, que afectan a los habitantes de las poblaciones situadas en
el territorio de esa iglesia particular que el Señor ha confiado a tu cuidado
pastoral”.
“El clima de terror y de inseguridad que aflige a la
población inerme es contrario a la voluntad de Dios. Él quiere
que todos sus hijos e hijas vivan su existencia en un clima seguro, de
serenidad y de armonía”, aseguró el Papa.
Aguililla,
en el estado mexicano de Michoacán, se ha visto en el centro de la violencia
ocasionada por la pugna entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y su
rival Cárteles Unidos (CU).
Los brutales crímenes
cometidos en la región conmovieron al Nuncio Apostólico en México, Mons. Franco
Coppola, que decidió visitar la Diócesis de Apatzingán y celebrar la Misa en
Aguililla el 23 de abril de este año.
La
visita de Mons. Coppola motivó una breve pausa a los enfrentamientos entre los
narcotraficantes. Sin embargo, el derramamiento de sangre se reanudó poco
después del regreso del Nuncio Apostólico a Ciudad de México.
Los pobladores han
solicitado insistentemente al Gobierno de México pacificar la región.
El Papa Francisco dijo al
Obispo de Apatzingán que “en estos momentos difíciles quisiera hacerte presente
y, por medio tuyo también a los hermanos y hermanas del santo pueblo fiel de
Dios que peregrina en Apatzingán, mi
participación en sus penas y en sus angustias, así como mi oración al Señor
Jesús, Príncipe de la Paz, implorando les conceda la paz de
Dios, que sobrepasa todo entendimiento”.
El Santo Padre pidió además
“la riqueza de los dones del Espíritu Santo, para que puedan ir adelante en la
vida, y Él los ayude a llevar sus cruces y sus sufrimientos con mansedumbre,
fortaleza y paciencia”.
“Puedo comprender el
sentimiento de desánimo y la sensación de impotencia que los abate”, continuó
el Papa. “Pero recuerden que no
están solos, que el Señor es fortaleza y misericordia, que nunca abandona a sus
hijos, que la Iglesia es madre, atenta y cercana a todos los
que sufren”.
“Es
de gran consuelo saber que el camino no lo recorremos solos”, indicó, pues
“Jesús camina perennemente a nuestro lado, sobre todo en los momentos de
pruebas y tribulaciones”.
“Además, Él está dispuesto
a darnos siempre Su paz. Pero sin olvidar que Su paz supone la cruz, porque una
paz sin la cruz no es la paz de Jesús”, señaló.
El Santo Padre exhortó a
los fieles de Apatzingán “a que confíen en el Señor Jesús, a que no tengan
miedo de contrarrestar la
violencia, que tiene origen en el maligno, con el amor, la misericordia y el
perdón, que brota del corazón divino del Salvador”.
El Papa pidió además a Dios
“que convierta el corazón de los responsables de tanta muerte y desolación. Y
también que inspire a los encargados del bien común a comprometerse en la erradicación
del crimen y de la impunidad”.
“Así como en la generación
de espacios de trabajo digno y útil para la entera sociedad, especialmente para
los jóvenes de esta tierra, que les permita salir de situaciones de pobreza y
marginación, proyectarse hacia el futuro y no ceder a la tentación de adecuarse
al circuito del narcotráfico y de la violencia”, dijo.
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