Planean realizar una prueba en el segundo semestre del año
que viene; investigadores de Mar del Plata desarrollarán materiales compuestos
para los tanques y la cúpula.
Exequiel Rodríguez, investigador
independiente del Conicet está contento y no es para menos: junto con su grupo del Instituto de Investigaciones en Ciencia y
Tecnología de Materiales (Intema), de la
Universidad Nacional de Mar del Plata, acaba de recibir financiamiento para
avanzar en la elaboración de componentes y materiales compuestos para el
vehículo lanzador que la Comisión Nacional de Actividades
Espaciales (Conae) desarrolla dentro de su proyecto de acceso al espacio.
El equipo (que también integran Juan Morán, Lucía
Asaro, Pablo Montemartini, Pablo Leiva, Liliana Manfredi y Analía Tomba)
resultó seleccionado en el programa de “investigaciones orientadas para
satélites” del Fonarsec (Fondo Argentino Sectorial), uno de los instrumentos
con los que la Agencia I+D+I distribuye su presupuesto para la promoción de la
ciencia y la tecnología en el país. En este caso, está destinado a desarrollar
los recipientes de presión que permiten almacenar el combustible, y los gases
presurizantes y propelentes que se emplean durante el despegue.
“La concreción de este proyecto es un
hito para nosotros y el resultado de muchos años de trabajo, estamos muy
contentos –manifiesta el investigador en un comunicado del Instituto–. El
financiamiento nos permitirá cambiar de escala y obtener productos que puedan
emplearse directamente en los cohetes fabricados en el país”.
Recibirán 15 millones de pesos, pero ese es solo
el comienzo de un camino que se había desandado y que hoy vuelve a retomarse.
“El proyecto se había aprobado hace alrededor de tres años, pero nunca habían
aparecido los fondos –cuenta Raúl Kulichevsky, director ejecutivo y técnico de
la Conae–. Pero vamos a tener contratos particulares de desarrollo con Intema
que, de acuerdo con los planes de trabajo que vayamos desarrollando, estoy
seguro que van a superar esa cifra, porque son trabajos que requieren de mucha
mano de obra, de mucha investigación, tiempos prolongados”.
Los materiales
compuestos son los que exigen muchas partes del vehículo lanzador cuyo
desarrollo está en manos de la Conae y su empresa de alta tecnología Veng SA.
Se llama así a los formados por dos componentes principales, explica
Kulichevsky: uno que otorga resistencia (en general, son fibras de carbono
embebidas en un polímero). Esto permite generar materiales muy fuertes, mucho
más que los metales, pero diez veces
más livianos. Son cruciales para la actividad espacial, pero hay que diseñarlos
y fabricarlos artesanalmente. “Hay que saber muy bien
cómo uno superponer capas para lograr las propiedades que necesita –destaca el
director de la Conae–. Los materiales se hacen ad hoc para cada pieza. Todo esa investigación es
la que ahora va a estar haciendo la gente del Intema”.
El Tronador fue pensado como un vehículo de
navegación autónoma; es decir, que una vez programado busca su órbita. Está
siendo íntegramente diseñado y producido en el país, un desafío mayúsculo si se
tiene en cuenta que no hay información disponible sobre los procesos de
construcción.
Tendrá dos "etapas". La
primera es la que lo impulsa algo más de los primeros dos minutos de vuelo
hasta que logra vencer la fuerza de gravedad. Ésta llega hasta los
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