Cuando Charles Darwin lo vio por primera vez en las Islas Cocos –durante su famoso viaje científico a borde del Beagle– lo describió como “monstruoso”. Y no es para menos. El cangrejo de los cocoteros (Birgus latro) parece un bicho escapado de la isla de Parque Jurásico, pero es una especie de crustáceo real.
Se trata del artrópodo terrestre más pesado del mundo –hay uno
más largo, el cangrejo gigante japonés– y habita en distintas islas del océano
Índico y el Pacífico occidental, aunque su mayor población se concentra en
la isla
de Navidad (perteneciente a Australia).
Dado
su enorme tamaño –suele pesar más de cuatro kilos y medir en torno a un metro–,
es un animal bien conocido en las islas en las que habita, y está considerado
una exquisitez a la que se atribuyen, además, propiedades
afrodisiacas.
De sabor similar a la langosta o el bogavante,
pero algo más graso y con cierto sabor a coco, se cocina hervido o al vapor, y
es protagonista de una gran variedad de recetas locales. Pero para cazarlo hay
que tenerlos bien puestos.
El cangrejo recibe su nombre
de su afición por los cocos y es
capaz de trepar por los árboles para hacerse con ellos: es, además, el único
animal que logra abrir la fruta, gracias a sus fuertes pinzas, con las que puede
levantar un peso de hasta
Pero no le basta con estos y es capaz de devorar
cualquier tipo de materia orgánica, ya sean cadáveres, tortugas marinas, ratas
e, incluso pájaros de gran tamaño. No es de extrañar, por tanto, que cazarlo no
sea demasiado sencillo.
A la caza del
cangrejo:
“Tienes
que agarrarlos justo detrás de la cabeza, porque si no lo haces, puedes perder
un dedo”, explica a la revista Munchies Stan,
uno de los 300 residentes de la pequeña isla de Atafu –en
el archipiélago de Tokelau, perteneciente a Nueva Zelanda–. “Sus garras
carnosas son lo suficientemente fuertes como para romper cocos abiertos, por lo
que también pueden cortar el hueso”.
El animal no se anda con chiquitas, y es
conocido por ser perseverante en sus pinzadas: si te agarra no te
suelta. Los micronesios, no obstante, tiene un truco por si hay
un accidente, y es golpearlo en las partes blandas del abdomen, lo que les
causa dolor y les obliga a liberar a su presa.
Durante el día suelen esconderse en madrigueras, por lo que es más sencillo
atraparlos por la noche.
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