Basado
en el transporte de órganos para trasplantes, el método no estropea los
alimentos al convertirlos en hielo sólido.
Los alimentos congelados son una comodidad moderna sin la que
a la mayoría de nosotros nos resultaría difícil imaginarse la vida. La
congelación es una forma relativamente rentable de conservar los nutrientes y
el sabor, pero también conlleva un gran coste energético y de emisiones de
carbono.
Los esfuerzos para reducir
este coste energético se han centrado normalmente en los dispositivos de
refrigeración que se usan para almacenar los alimentos.
Los investigadores proponen
ahora una nueva forma de congelar los alimentos que podría reducir el consumo
mundial de energía hasta en 6.500 millones de kilovatios-hora al año.
La reducción resultante de
las emisiones de carbono, de 4.590 millones de kg, equivale a
retirar de la circulación un millón de coches. Y este ahorro
podría conseguirse de forma rápida y económica, “sin necesidad de realizar cambios significativos en
los equipos e infraestructuras actuales de fabricación de alimentos congelados“,
afirma Cristina Bilbao-Sainz, tecnóloga de investigación de alimentos del
Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
Además, la técnica mejora
sustancialmente la calidad de los alimentos y puede
conservar los productos frescos y delicados durante más tiempo que los métodos
de congelación convencionales.
El
método que Bilbao-Sainz, el ingeniero mecánico Boris Rubinsky de la Universidad
de California en Berkeley y sus colegas publican en la revista Renewable and
Sustainable Energy Reviews se basa en una estrategia que el equipo de Rubinsky
ideó para transportar órganos para trasplantes.
La técnica, denominada congelación isocórica, consiste en almacenar los alimentos en un recipiente rígido y hermético de plástico duro o metal, lleno de un líquido como el agua, y colocarlo en un congelador. La congelación convencional consiste en exponer los alimentos al aire y congelarlos a temperaturas bajo cero; el nuevo método no convierte los alimentos en hielo sólido.
En cambio, sólo se congela
un 10% del volumen de agua del recipiente, y la presión dentro de la cámara
impide que el hielo se expanda continuamente. “El ahorro de energía se debe a que no hay que
congelar los alimentos completamente sólidos, lo que consume una gran cantidad
de energía“, explica Bilbao-Sainz.
Mientras los alimentos
permanezcan en la parte líquida, están a salvo de la cristalización del hielo.
Lo que significa que cosas como los tomates y las bayas no se convertirían en
papilla, y también podrían conservarse con este método.
Los investigadores están
ampliando la tecnología a nivel industrial y esperan comercializarla con la
ayuda de socios industriales.
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