“Los padres hacen involuntariamente del hijo
algo semejante a ellos - a esto lo llaman ‘educación’ -, ninguna madre duda, en
el fondo de su corazón, de que al dar a luz al hijo ha dado a luz una propiedad
suya, ningún padre discute el derecho de que le sea lícito someterlo a sus
conceptos y valoraciones”, escribió Friedrich Nietzsche hace más de
un siglo, aunque todavía hoy muchos padres siguen pensando que sus hijos son
su propiedad, una creencia que les conduce a poner en práctica un estilo de
crianza controlador y posesivo. Y ese exceso de control pasa
factura.
Los padres demasiado controladores podrían causar daños psicológicos
a sus hijos de por vida, según un estudio del University College de Londres, uno de los
primeros en valorar el impacto de los estilos de crianza durante un periodo de
tiempo tan largo. De hecho, los investigadores se remontaron a personas nacidas
en 1946.
Tras
analizar a 5 362 personas, descubrieron que aquellas que
referían que sus padres solían invadir su privacidad, los controlaban, les
impedían tomar decisiones y alentaban una relación de dependencia, se sentían
menos felices y reportaban un nivel de bienestar general más bajo.
Esa insatisfacción personal no
solo se manifestaba en la adolescencia, sino que se arrastraba durante toda la
vida, a los 30, 40 e incluso hasta los 60 años. El
impacto psicológico del control parental fue tan negativo que los
investigadores lo equipararon a los daños que sufren las personas que pasan por
un duelo.
Al contrario, las personas que dijeron que sus
padres eran más atentos, amables y receptivos a sus necesidades solían sentirse
más felices y satisfechas en la vida.
El problema no es el control, sino como se ejerce
El problema no es el control. El estilo de
crianza permisivo también puede generar un apego inseguro que provoca daños
emocionales en la adolescencia, según un estudio del NIH. El verdadero
problema es cómo se ejerce ese control.
De
hecho, los investigadores indican que “el control del comportamiento puede
proporcionar un entorno estructurado y predecible para el niño y alienta un
comportamiento socialmente aceptable. Pero existe la necesidad de equilibrar la
autonomía individual con la conformidad con las normas sociales”.
Eso significa que los niños necesitan un entorno estructurado con normas claras, pero
también necesitan una dosis de libertad, autonomía e independencia que les
permita desarrollar sus habilidades.
Una
investigación llevada a cabo en la Universidad Nacional de
Australia reveló que el control psicológico de los padres,
entendido como una crianza intrusiva y manipuladora del desarrollo emocional
del niño, estaba relacionado con un mayor riesgo de sufrir depresión en la
adultez.
Este tipo de control también limita la autonomía infantil y afecta
el desarrollo de la autorregulación. Los niños sometidos a una crianza
híper protectora y una disciplina férrea tienen más probabilidades de
convertirse en personas inflexibles e intolerantes, como demostró un estudio
realizado en la Universidad de
Wollongong. También son más propensos a desarrollar
ansiedad, como comprobaron psicólogos de la Universidad de Ámsterdam.
Los
efectos de una crianza controladora no terminan ahí. Otro estudio desarrollado
en la Universidad de
Minesota concluyó que “el control excesivo en la crianza de los hijos
a los 2 años se asoció negativamente con la autorregulación emocional y el
control inhibitorio a los 5 años, lo que, a su vez, se vinculó a más problemas
emocionales y escolares, menos habilidades sociales y un peor desempeño
académico a los 10 años”.
Los hijos de padres controladores suelen tener una baja autoestima y
se sienten inseguros, lo cual puede hacerles caer en relaciones
tóxicas de dependencia en las que intentan reproducir la
relación paterno-filial. A la larga, los padres que pretendían proteger a
sus hijos ejerciendo un control excesivo sobre ellos, en realidad terminan
dejándolos desprotegidos y vulnerables a la manipulación ya que estos suelen convertirse en
personas dependientes y con miedo al abandono.
Al
contrario, el control del comportamiento en la crianza se vinculó con un menor
riesgo de desarrollar problemas psicológicos, como indicó una
investigación de la Universidad
China de Hong Kong, además de estimular la autorregulación y las
competencias infantiles. Se trata de padres que establecen
normas claras, pero que también brindan a sus hijos libertad para que vayan
tomando sus propias decisiones, solucionen sus problemas, resuelvan los
conflictos y asuman responsabilidades, según su nivel de madurez.
Para
comprender el impacto del estilo de crianza en nuestra vida, hay que partir del
hecho de que los padres deberían brindar una base estable desde la cual los
niños puedan explorar el mundo. Si no brindan a sus hijos la posibilidad de que
tomen decisiones por su cuenta, se equivoquen, asuman sus errores y vuelvan a
empezar, los pequeños no podrán desarrollar las herramientas psicológicas que
necesitan para afrontar la vida. Por eso no es extraño que
terminen experimentando más emociones y pensamientos
negativos que afecten sus relaciones con los demás y consigo
mismos, dando paso a la aparición de trastornos psicológicos.
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