Tal vez más por su belleza que
por sus cualidades –generalmente no conocidas–, los cuchillos de acero Damasco
son una preciada pieza para los aficionados a los filos. Sin embargo, en sus
orígenes, más que una cuestión estética, era otra la finalidad buscada.
El hombre en la antigüedad
comenzó a utilizar espadas como su arma principal. El mundo de la fundición
empezaba a florecer y, por medio de moldes, se obtenían objetos vertiendo en
ellos metal fundido. Los cuchillos y espadas no estuvieron ajenos a este
proceso y, gracias a moldes tallados en piedra o realizados en arcilla, se
desarrollaba la era del bronce.
Pero su dureza no era la
adecuada y, alrededor del siglo sexto de nuestra era, aparececieron las
llamadas espadas de Damasco o, por lo menos, las primeras referencias sobre
ellas. Fue en la capital de Siria donde se instaló un gran número de espaderos
expertos, que hicieron de esa ciudad un centro comercial importante.
Y precisamente allí,
buscando un procedimiento adecuado para la obtención de un acero duro y no
quebradizo, se comenzó a utilizar uno que tuvo su origen en la India
septentrional. Fue tal la importancia y reconocimiento alcanzado que, al
material obtenido mediante ese método, se lo denominó “acero damasquino” o
“acero adamascado”, prescindentemente de su lugar de fabricación.
El procedimiento:
La finalidad buscada consiste en obtener las
propiedades mecánicas de dos o más tipos de acero, combinados mediante una
amalgama de muchas capas. Estas capas suelen estar dispuestas de una manera
simple: una arriba de la otra (laminada) o pueden estar torsionadas. Los
patrones (o dibujos) obtenidos en la hoja no tienen límites en su variedad y
son únicos e irrepetibles, lo que le confiere la exclusividad de que no haya
dos hojas iguales.
Para entrar acompañados a este apasionante mundo
recurrimos al artesano Mariano Gugliotta, un joven y talentoso cuchillero, con
la intención de que cuente cómo logra sus excelentes aceros Damasco.
“Lo que hago –relata
Mariano– es caldear unas veinte láminas de acero de distintos tipos. Para eso,
primero caliento el grupo de láminas a
Y agrega: “En este punto del caldeo, a consecuencia
del calor y los golpes, las láminas se sueldan entre sí. Le voy dando forma al
conjunto, llevándolo a una barra cuadrada de unos tres centímetros de lado.
Torsiono el conjunto, lo retuerzo para que vaya formando espiras, como si fuese
un tornillo. Finalmente, se le da la forma a la hoja, se desbasta y se realiza
un revelado luego de hacer el tratamiento térmico. Para el revelado se utiliza
percloruro férrico, que hace resaltar las distintas formas que el torsionado
dejó en la hoja”.
Afortunadamente, en nuestro país contamos con
artesanos cuchilleros de primerísimo nivel, muchos de los cuales han volcado su
trabajo a la confección de acero Damasco, perfeccionando técnicas centenarias y
obteniendo obras de una belleza atrapante para aquellos que gustamos de tener
cuchillos únicos y artesanales.
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