–Hoy me mira la luna blanca y desmesurada. Es la misma de anoche, la misma de mañana-
-¿Qué mundos tengo dentro del alma que hace
tiempo vengo pidiendo medios para volar?"
Fue la tercera hija de Alfonso Storni y Paulina Martignoni. A
los cuatro años se trasladó con sus padres a Argentina. El primer lugar donde residió fue la ciudad de San
Juan, posteriormente vivió en Santa Fe, Rosario, Buenos Aires y Mar del Plata.
Paulina, su madre, abrió una escuela domiciliaria para
mantener a una familia numerosa. Abrieron también el «Café Suizo», cerca de la
estación de tren, aunque no funcionó. Alfonsina lavaba platos y atendía las
mesas, con diez años. También trabajó en una fábrica para ayudar en casa. Cuando tenía
catorce años, murió su padre.
Siendo una adolescente ingresó en una compañía de
teatro y recorrió diversas provincias actuando en algunas obras. Al regresar
reanudó sus estudios.
Maestra
Trabajó como maestra de escuela y también dio clases
de arte dramático. Al poco tiempo del nacimiento de su hijo Alejandro, trabajó en el comercio, hasta que el Consejo
Nacional de Educación le otorgó un nombramiento. Desde entonces se dividió
entre la enseñanza y las cátedras de declamación en el Teatro
Infantil Municipal Labardén y en el Conservatorio Nacional, donde se desempeñó
hasta sus últimos días.
Enfermedad:
En 1935 se le diagnostica un tumor del que fue operada,
aunque el cáncer continuó y pasó por períodos depresivos tras el suicidio de
amigos como Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones o Egle Quiroga.
En octubre de 1938 viajó a Mar del Plata. Le envió dos cartas a su hijo y un Poema de despedida al diario "La Nación".
Acabó con su vida suicidándose en la playa de la Perla en el mar de Plata el 25 de octubre de 1938.
Alfonsina es una autora de referencia para el
feminismo. Dedicó su vida a la defensa de los derechos de las mujeres y la
igualdad de género.
Su poesía:
FRENTE AL MAR
OH MAR, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.
Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
"Piedad, piedad para el que más ofenda".
Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.
¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.
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