Mujer comprometida con la Revolución y
la guerra contra los realistas en la región del Alto Perú, la figura de Juana Azurduy es
interesante por muchas razones. No sólo porque ella representó la lucha armada de
la población indígena y mestiza alto-peruana agobiada por siglos de expoliación
colonial, sino también porque fue una mujer que se involucró en la causa
independentista y tomó las armas contra los realistas en una sociedad que
vedaba el acceso de las mujeres a la vida política. Pues en el corazón de Juana
latían los ecos de las rebeliones andinas, que sacudieron al Virreinato del
Perú a fines del siglo XVIII.
Ella nació el 12 de julio de 1780, en
Chuquisaca (actual ciudad de Sucre), un año antes del inicio de la revuelta
protagonizada por Tupac Amarú II que conmovió a toda la región y
fue brutalmente reprimida por las autoridades españolas. Juana era hija de
doña Eulalia
Bermúdez, una “chola” (mestiza, hija de padre español y madre
india) y de don Matías Azurduy, un hombre blanco que poseía
haciendas en la región. Desde niña acompañaba a su padre en las labores rurales
junto a los indígenas que trabajan sus tierras. De esta forma aprendió a ser
una excelente jinete y dominó las lenguas quechua y aymara, habilidades que
resultarían muy importantes en su futuro como guerrillera revolucionaria.
En 1799 Juana se casó con Miguel Asencio
Padilla, que era hijo de unos vecinos de hacienda y amigo de
sus padres. Fruto del matrimonio nacieron cinco hijos. Padilla intentó hacer
carrera en la burocracia colonial, pero le resultaba muy difícil por su
condición de americano. La vida de Azurduy y Padilla cambió para siempre en
mayo de 1810. Ellos apoyaron al Ejército Auxiliar del Alto Perú enviado desde
Buenos Aires. Chuquisaca volvía a ser una ciudad rebelde, luego de un
movimiento autonomista que tuvo lugar el año anterior y que fue duramente
reprimido.
Después de la derrota de Huaqui en 1811, el
ejército patriota debió retroceder hasta Tucumán. Mientras tanto, surgieron en
el Alto Perú grupos hostiles a los realistas que fueron combatidos mediante la
guerra de guerrillas. Uno de estos grupos fue liderado por Padilla y secundado
por su esposa. Ella luchó en la región del Alto Perú, desde el norte de
Chuquisaca, en el Altiplano, hasta las selvas del sur. Organizó un batallón
llamado “Los Leales” y un cuerpo de caballería conformado por 25 mujeres,
conocido como “Las Amazonas”.
Juana y Manuel perdieron en la lucha a cuatro
de sus hijos, pero siguieron luchando apoyando la nueva ofensiva del ejército
comandado por Manuel Belgrano. Y estuvieron junto a él en la
derrota de la batalla de Ayohuma. Azurduy comenzó a ser nombrada en los partes
de guerra y su figura a obtuvo brillo propio, pasando a ser conocida por sus
contemporáneos. Embarazada de su quinta hija, Juana siguió combatiendo e
incluso logró arrebatarle un estandarte español a un coronel enemigo. Acto por
el que fue reconocida por Manuel Belgrano, quien le obsequió su espada.
Belgrano, además, le escribió al director supremo Juan Martín de Pueyrredón
para que le concediera a Azurduy el grado de teniente coronel.
En septiembre de 1816 murió Padilla. Al poco
tiempo Juana decidió trasladarse a Salta y unirse a las fuerzas patriotas
de Miguel
Martín de Güemes con quien luchó hasta 1821 cuando murió
el líder salteño. La nueva pérdida la alejó del escenario militar. Sumida en la
pobreza –sus propiedades habían sido expropiadas por los realistas– presentó
una carta al gobierno salteño pidiendo auxilio económico para volver a su tierra.
Finalmente pudo regresar en 1825, año en que
se celebró la Independencia de la República de Bolivia. Chuquisaca la recibió
con honores y fue homenajeada por el propio Simón Bolívar,
quien la declaró “heroína”.
El 25 de mayo de
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