Las
expectativas sobre los combustibles alternativos permiten imaginar nuevas
aplicaciones para el viejo motor de combustión.
Lo que hasta ahora ha hecho brillar a la industria
automovilística europea en la escena mundial es su saber hacer en la
fabricación de motores de combustión interna. Una supremacía que sólo podía ser
desafiada en parte por los japoneses.
Sin
embargo, hoy en día, la transición a la energía eléctrica tiene el mismo efecto
que la intervención del coche de seguridad en una carrera de Fórmula 1: iguala
el juego. Todo el mundo -incluido el más temible forastero, China- arranca del
mismo punto. Algunos han intentado llegar primero, asegurándose un hueco en
esta nueva carrera. Pero es una ventaja que probablemente sea efímera.
Diferentes
tecnologías para diferentes aplicaciones.
Sería razonable prever un
escenario en el que la propulsión eléctrica cubriera las necesidades básicas de
movilidad, quizás flanqueada por el hidrógeno, mientras que los motores de
combustión seguirían respondiendo a usos más especializados, por ejemplo en los
coches deportivos. Ahora, las expectativas desencadenadas por la investigación
de los combustibles alternativos, biológicos y sintéticos introducen una
variable más en el juego, permitiendo imaginar aplicaciones aún más amplias del
viejo motor de combustión.
Enfoque
holístico.
¿Qué significa esto? ¿Que
hay que tirar el coche eléctrico por la borda? Desde luego que no. Pero, ¿por
qué ver lo eléctrico y lo térmico en oposición cuando pueden ser
complementarios? El jefe de I+D de Porsche,
Michael Steiner, lo resume así: «El problema no es el motor de combustión
interna, sino lo que se quema con él. En otras palabras, si consiguiéramos
eliminar el CO2 de los combustibles, tendríamos un beneficio inmediato para
todo el parque automovilístico, sin necesidad de crear una costosa
infraestructura de repostaje. El impacto en términos de reducción de dióxido de
carbono, teniendo en cuenta el ciclo de vida, es comparable al de los coches
eléctricos.«
Se
están realizando estudios sobre los combustibles sintéticos, obtenidos mediante
la combinación de hidrógeno (preferiblemente «verde», es decir, producido con
energías renovables) y dióxido de carbono capturado del medio ambiente.
Porsche, entre otros, cree en ello, hasta el punto de que ha lanzado un
proyecto piloto en Chile con Siemens Energy para construir la primera planta de
producción de e-combustible a gran escala.
¿Quién pagará
la factura?
El problema es que los
volúmenes de producción de combustibles alternativos son todavía bajos, y
aumentarlos requiere inversiones más que proporcionales al aumento de la
producción.
Entonces, ¿quién pondrá el
dinero?
El hidrógeno.
En el fondo está lo que
algunos creen que es la tecnología decisiva: el hidrógeno, que se utilizará
para generar electricidad mediante pilas de combustible o directamente como
combustible. BMW lo intentó en 2006 y Toyota lo vuelve a intentar ahora, con un
motor de tres cilindros alimentado por hidrógeno almacenado en estado gaseoso
en cilindros de alta presión.
El hidrógeno es la molécula
con mayor densidad energética: un kilo puede recorrer
No hay comentarios:
Publicar un comentario