Hoy queremos recordar a las víctimas de la injusticia, de los distintos intereses políticos, de los prejuicios sociales y de la legislación de su época. Se trata de Camila O´Gorman y Ladislao Gutierrez, ella una joven patricia nacida en Buenos Aires en el año 1828.
Poco tiempo después ambos se enamoraron, y
tras cansarse de tener una relación clandestina, decidieron fugarse para estar
juntos. A mediados de diciembre de 1847, iniciaron su huida a caballo y tras
una escala en Luján llegaron al pueblo de Goya, en la provincia de Corrientes.
Una vez allí, cambiaron sus nombres por los de Valentina Desan y Máximo Brandier,
abriendo la primera escuela del lugar, lo que los hizo muy queridos entre los
pobladores. Pero después de unos meses, Ladislao fue descubierto por un
sacerdote irlandés que estaba de paso por el poblado quien lo denunció ante las
autoridades.
La
pareja fue encarcelada el 16 de junio de 1848 y trasladada a la cárcel de
Santos Lugares de Rosas (hoy San Andrés) en la provincia de Buenos Aires. Donde
permanecieron en celdas separadas, esperando la decisión de Juan Manuel de Rosas,
gobernador de la provincia en ese entonces. Se cree que Camila logró escribirle
a su amiga Manuelita
Rosas, ya que existe una carta de la hija del gobernador fechada
el 9 de agosto de 1848 en la que le dice haber intercedido ante su padre y
donde le pide que sea fuerte.
Cuando fueron interrogados, Ladislao y Camila
no mostraron arrepentimiento alguno en sus declaraciones y aseguraron tener sus
conciencias limpias. En Montevideo y Chile, la prensa opositora al rosismo
utilizó el hecho para denunciar al régimen por su falta de moral. La Iglesia
por su parte, estaba escandalizada y Rosas entendía la situación como una
afrenta a su autoridad. Así que ordenó la inmediata ejecución de la pareja.
La sentencia se cumplió el día 18 de agosto de
1848. Camila recibió el bautismo por boca porque estaba embarazada, y los
condenados fueron llevados en sillas con los ojos vendados escoltados por la
banda de música del batallón hasta el patio trasero de la prisión, donde un
pelotón de fusilamiento los ejecutó. Ladislao tenía 24 y Camila sólo 20 años.
En una nota escrita por Ladislao Gutiérrez en su celda, cuando se enteró que
Camila correría su misma suerte decía: “Camila mía: Acabo de saber que mueres conmigo.
Ya que no hemos podido vivir en la tierra unidos, nos uniremos en el cielo ante
Dios. Te abraza tu Gutiérrez”.
Veintidós años después de ordenar el
fusilamiento, Rosas le responde a un amigo de Buenos Aires desde Southampton,
diciendo: “Ninguna
persona me aconsejó la ejecución del cura Gutiérrez y Camila O’ Gorman, ni
persona alguna me habló ni escribió en su favor. Por el contrario todas las
personas primeras del Clero me hablaron o escribieron sobre este atrevido
crimen y la urgente necesidad de un ejemplar castigo, para prevenir otros
escándalos semejantes o parecidos. Yo creí lo mismo. Y siendo mía la responsabilidad,
ordené la ejecución”.
El diario de Juan Manuel Beruti mostró el
estupor que causó la ejecución entre los pobladores de Buenos Aires: “Habiendo causado una sorpresa y
sentimiento general a todos los habitantes de esta ciudad estas muertes, por un
delito, que no creen mereciera perder la vida, sino una reclusión por algún
tiempo, para que purgasen el escándalo que habían dado, por solo una pasión de
amor, que no ofendían a nadie sino a si propios siendo lo más sensible que
estaba embarazada de ocho meses, se lo dijeron al gobernador; pero éste señor,
sin reparar la inocente criatura que estaba en el vientre, sin esperar a que la
madre pariese, la mandó fusilar; caso nunca sucedió igual en Buenos Aires, de
manera, que por matar a dos murieron tres”.
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