Miren si será importante
la educación política de la ciudadanía, que sin ella no hay una verdadera
democracia. Sin embargo, la ciudadanía carece de educación política y seguimos
hablando de “la” democracia como si nada fuera.
Políticos, pedagogos,
políticos, funcionarios, científicos, maestras, universitarios, periodistas,
abogados, artistas, intelectuales, escritoras, almaceneros, empresarios,
empleados públicos, obreros de la construcción, modistas, arquitectas,
ingenieros, en fin, todo el mundo habla de la educación, del déficit educativo
de la Argentina, de que la educación está muy mal, de que sin educación la
Argentina está perdida, de que la gran deuda del país es la educación, de que
hay que mejorar las pedagogías y las didácticas, de que hay que innovar en
tecnología, de que hay que cambiar el paradigma educativo, de que debemos
mejorar los planes de estudio, etc.
Pero no he escuchado a
nadie todavía, absolutamente a nadie, mencionar un hecho crucial, que en todos
los niveles del sistema educativo argentino no se forme ciudadanía con
pensamiento crítico y conciencia política que, como queda mostrado, es esencial para poder tener una
auténtica democracia.
La naturalización de la
ignorancia política
En su libro El futuro de
la democracia, el politólogo italiano Norberto Bobbio señala seis falsas
promesas de la democracia. La sexta es la que, lamentablemente, en ninguna
democracia liberal se lleva a cabo; la educación política del ciudadano. Bobbio
la denomina: “El ciudadano no educado”. Y ahí está el punto, sin la formación política
de la ciudadanía la democracia termina siendo una farsa, un sistema funcional a
la oligarquía. Y este es uno de los principales problemas de la democracia
liberal, porque con una ciudadanía sin formación política se hace difícil
hablar de democracia en tanto el poder del pueblo, que es el sentido
etimológico de este concepto y su verdadero significado.
Es valioso el aporte de
Bobbio porque señala uno de los vacíos preocupantes de la democracia liberal.
No obstante, merece una crítica. No creemos que la democracia liberal pueda
prometer la educación política de la ciudadanía. ¿Por qué? Sencillamente,
porque la condición de existencia de la democracia liberal es la
despolitización de la ciudadanía. El vínculo de “representatividad”, elemento
clave del contrato entre gobernantes y gobernados en la democracia liberal, lo
deja bien claro, como se señala en todas las constituciones liberales.
Nadie educa a nadie, nadie
se educa solo, nos educamos entre nosotros mediatizados por la realidad política
en la que estamos insertos.
La lucha cultural y
educativa contra los prejuicios de género fue un éxito notable, y no fue un
producto del sistema educativo, menos aun de los medios de comunicación, sino
el resultado de una lucha encarada desde la sociedad misma, por movimientos de
personas que comenzaron a vivir la realidad más allá de las naturalizaciones y
los prejuicios. Decimos éxito, y lo celebramos, porque en el campo social,
cultural y artístico hay un antes y un después de la emergencia de estos
notables movimientos. La ley del aborto fue una de sus conquistas, mientras las
mujeres activas y organizadas continúan batallando para derrotar al
patriarcalismo y que cesen de una vez los feminicidios. Y esto nos obligó a
muchos a deconstruirnos y volvernos a construir.
Notable acontecimiento, por cierto.
Viví toda mi infancia y
adolescencia y parte de mi adultez en un contexto socio-cultural en el que, por
ejemplo, la homosexualidad era poco menos que un crimen y los hombres no eran
tales si no le decían un piropo a una mujer en la calle, y si era grosero,
mejor. Fue una conquista que no bajó desde arriba, sino que nació bien desde
abajo. Fue una victoria popular, aunque no todo el pueblo haya participado
activamente.
El analfabetismo político
está naturalizado, lo que entraña el gran problema de que no se lo visibiliza.
Pero el bajo nivel de alfabetización política de una parte importante de la
ciudadanía es, sin duda, una de las principales causas de los ciclos de
alternancia perversa de los gobiernos, que impiden la solución de los grandes
problemas estructurales de la Argentina. Cuando los pueblos eligen y votan a
sus verdugos, no lo dudemos, la ignorancia política no puede faltar como una de
las razones que explican esa caída.
El sistema educativo
tradicional, que no formó, no forma, ni formará ciudadanía con pensamiento
crítico y conciencia política mientras continúe el mandato del bloque de poder
oligárquico sobre la democracia liberal, los medios de comunicación hegemónicos
y la despreocupación de los gobiernos nacionales y populares por la educación
política del pueblo, explican el bajo nivel de alfabetización política de gran
parte de la ciudadanía que conforma el amplio campo popular, lo que debilita
sustancialmente las posibilidades de empoderamiento del pueblo.
Enseñamos y aprendemos en
defensa de los valores e intereses de la patria y el pueblo, de la soberanía
nacional y regional y de la patria mundo, en un planeta donde la geopolítica
del unilateralismo tiene efectos nefastos en todas las regiones y países del
orbe.
En este contexto la
alfabetización política debería ser una prioridad. Y si los ciudadanos y
ciudadanas que conformamos el amplio campo popular elevamos nuestro nivel de
alfabetización política y nos convertimos en educadores, no hay nada que impida
la multiplicación de la formación política y la apertura del camino para la
construcción de un verdadero poder popular.
Bibliografía
Bobbio,
Norberto (1986) El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica.
Freire,
Paulo (1984) La importancia de leer y el proceso de liberación. México: siglo
XXI.
Lens,
José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires:
Editorial Autores de Argentina.
José
Luis Lens 27/72022
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