El edificio, en aquel entonces
llamado Midland Grand Hotel, fue diseñado por Sir George Gilbert Scott para recibir a los más ilustres pasajeros que llegaban
a la estación de St. Pancras, y fue inaugurado en 1873 por la Reina Victoria.
Durante años permaneció cerrado, negociándose la posibilidad de hacer renacer
un gran hotel de lujo, y por fin, en el pasado mes de mayo, el hotel St.
Pancras Renaissence volvió a llenarse de vida de nuevo.
El edificio es un ejemplo
de arquitectura de estilo gótico victoriano, con
fachadas de ladrillo rojo, tejados de pizarra cuajados de ventanas
abuhardilladas, una impresionante torre del reloj, y una torre principal que se
levanta majestuosa sobre la puerta de entrada.
El interior del hotel va en consonancia con la
impresionante fachada, guardando celosamente tesoros como la cúpula
abovedada o la gran escalera, que merecen un lento paseo para
una detallada observación. La entrada se realiza bajo la torre central,
llegando al vestíbulo, un espacio que articula tres zonas diferenciadas del
hotel: Booking Office Bar & Restaurant, la antigua sala de taquillas
convertida en elegante cafetería; St Pancras Chambers, con lujosas suites que
conservan la arquitectura original decoradas en estilo contemporáneo; y Barlow
House, con habitaciones amplias, cómodas y modernas.
El vestíbulo
está enclavado en la antigua entrada hasta la que llegaban los coches de
caballos, y todo en ella recuerda a su primitiva función como estación de
ferrocarril. Una cuidada restauración mantiene intactos los muros y detalles
arquitectónicos, mientras que el lobby se articula en trono a grandes
mostradores y una zona de estar con asientos y mesas de estilo contemporáneo. La luz entra a raudales por el techo acristalado, sujeto
por una trabajada estructura metálica, que por momentos nos hace pensar que
estamos al aire libre.
Un paseo por St
Pancras Chambers nos deja con la boca abierta, admirando la esmerada
restauración que conserva las preciosas pinturas de paredes y techos y recrea
los papeles pintados de la época; sus pasillos están cuajados de suntuosas
puertas con manillas imposibles, zonas de acceso restringido, pasillos
interminables cuyos techos guían el camino con bellas pinturas, y por último,
vertebrando el espacio la escalera, una zona mágica e impactante, coronada por
una espectacular cúpula pintada en tonos verdes y amarillos. A lo largo de su
recorrido, los grandes ventanales en vidriera filtran la luz, ofreciendo
aspectos dramáticos a cada hora del día.
Las suites presumen de techos
altos, aunque no todas son de gran tamaño, resultando acogedoras. Divididas en
una zona de dormitorio, vestidor, zona de estar, y baño,
la característica común está en la adecuación de una decoración moderna y
sobria a un tiempo, dentro de una arquitectura antigua y singular. Cada una de
las suites tiene una decoración diferente, con camas altas y rotundas, que se
convierten en el centro del dormitorio. Detalles espectaculares, como grandes
espejos con marcos que imitan los rayos del sol, aportan un sosegado dramatismo,
equilibrando los grandes volúmenes de las paredes.
Sobrios cabeceros de madera y cuero, y
delicadas sedas en los cojines acunan el sueño en estas suites. Las ventanas
merecen capítulo aparte, ya que tras los livianos visillos se dejan ver las
siluetas de imponentes ventanas en arco.
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