El 22 de mayo de 1810, cuando los españoles buscan ganar tiempo- ¡VIVA la PATRIA, VIVA!
Hacía tiempo que el ritmo natural que durante siglos había
caracterizado a las colonias españolas de América se había alterado. Las
guerras en Europa, las mismas reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo
XVIII, la inquietud de la aristocracia española americana y el descontento de
muchos criollos, generaban no pocas preocupaciones. El comercio con los
ingleses y la circulación de ideas liberales hacían que la sociedad de los
estratos sociales definidos y duraderos comenzara a resquebrajarse.
El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos
Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente: la Junta
Central de Sevilla, último bastión de la Corona española en pie, había caído
también a manos de los ejércitos napoleónicos. Inmediatamente, el virrey
Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia americana en representación
de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero la Junta que lo había nombrado
había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar
a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir.
El 19 y 20 de mayo, las reuniones fueron febriles.
El 21 de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis
Beruti, se reunió con las armas en la mano para exigir el Cabildo Abierto y la
renuncia del virrey. Llevaban el retrato de Fernando VII y una cinta blanca,
símbolo de la unidad criollo-española. El Jefe del regimiento de Patricios,
Cornelio Saavedra, logró calmar los ánimos, pero la convocatoria para el día
siguiente era un hecho.
El 22 de mayo, “la parte más sana y principal del
vecindario” concurrió al Cabildo. Como el día anterior, la plaza estaba llena,
mientras transcurrían las acaloradas discusiones, que se extendieron durante 15
horas. Se discutía qué hacer tras haber caído Sevilla en manos de los
franceses. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se
encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro
Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles.
Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la
conformación de juntas autóctonas, porque consideraban que, desparecido el rey,
el poder había regresado al pueblo.
Se votó en la noche del 22 y el 23 por la mañana se
realizó el conteo de votos. Por 159 a 67, triunfó la opción que exigía la
deposición del virrey. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo daría su
golpe contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por al virrey
depuesto, algo que resultaría inadmisible para los partidarios del cambio.
Recordamos las palabras dirigidas por el
Ayuntamiento a Cisneros, donde se pretendía nombrarlo titular de una junta de
gobierno hasta tanto se convocara a una Junta general del virreinato.
Fuente:
Felipe Pigna, 1810. La otra historia de nuestra revolución fundadora, Buenos
Aires, Editorial Planeta, 2010, pág. 362, en Actas Capitulares del 21 al 25 de
mayo de 1810, en Pedro de Angelis, Colección
de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las
Provincias del Río de la Plata, Tomo III, Imprenta del Estado, Buenos
Aires, 1836.
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