sábado, 19 de agosto de 2023

DE LO QUE SOMOS CAPACES: La salvaje ejecución del poeta Federico García Lorca, hoy lo recordamos.

 

La realidad es que sus restos no aparecen y aún siguen buscando a la vera del camino a Víznar, tal vez cerca de un pinar y de un viejo olivar, donde colocaron un monolito, con la leyenda “Lorca eran todos”, testigos silenciosos de cuando acallaron para siempre al hombre, pero no al poeta.

 



Entre el 18 y el 19 de agosto de 1936 fusilaron a Federico García Lorca. Rencillas familiares, falsos cargos y una venganza planeada al margen de la ley terminaron con la vida del poeta una madrugada en el medio del campo. Sus restos todavía aguardan ser hallados, y su trágico final sigue vigente 87 años después.



La luna vino a la fragua
Con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña lúbrica y pura,
sus senos de puro estaño.
–Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos
harían de tu corazón
collares y anillos blancos.



Entre el 17 y 18 de julio de 1936 estalló en España un golpe militar contra la Segunda República, El 20 se había producido la sublevación en Granada luego de muchas dudas del general Miguel Campins, vacilaciones por las que sería ejecutado. Reestablecida la mano dura, no se trepidó en firmar sentencias de muerte contra republicanos, izquierdistas y sospechosos de pertenecer a estas orientaciones. El nombramiento del teniente coronel Velasco Cimarro, ya retirado de la Guardia Civil, como secretario del gobernador de Granada, sería clave en el destino de García Lorca.



Al pie de la Sierra de Alfacar, a unos diez kilómetros de Granada, hay dos pueblos: Alfacar y Víznar. En este último, estaba el cuartel de la primera Falange Española de Granada. De ahí partían a las afueras donde se realizaban los fusilamientos y se enterraba a las víctimas. Allí, en un lugar que los testigos ni la historia pudo precisar con exactitud, fue fusilado Federico García Lorca.



Alrededor de los motivos de su muerte, se tejió una complicada red de viejas rencillas entre familias, cuestiones políticas, económicas y prejuicios típicos de la época.

Los biógrafos del poeta sostienen que el instigador de la muerte fue Horacio Roldán. Es que los Roldán estaban enfrentados a los García Lorca, tanto por motivos políticos como económicos. Entre los que fueron a detenerlo estaba Pepe el Romano, retratado por García Lorca en La Casa de Bernarda Alba quien, a través de la obra, atacó tanto a los Alba como a los Romano, y ahí también hay que buscar los motivos de por qué el poeta fue asesinado.

Velasco Cimarro, como integrante de la Guardia Civil, tenía un viejo encono hacia Lorca, desde que en 1928 publicó El Romancero Gitano, en el que incluyó El Romance a la Guardia Civil Española, en el que criticaba las actuaciones de este cuerpo.



Al granadino lo detuvieron el 16 de agosto de 1936, justo el día en que el gobernador estuvo fuera de la ciudad hasta la noche. Entonces Velasco Cimarro, la máxima autoridad a cargo, fue el que ordenó detenerlo y que fuera trasladado a Víznar. El 5 de junio había cumplido 38 años.

Estaba claro que era una venganza. García Lorca no era considerado ni una amenaza política, y menos armada. Nunca se había querido meter en política, resistía la afiliación al Partido Comunista, pero sectores reaccionarios no toleraban sus amistades de izquierda.

Con Xirgu habían coincidido cuando ambos estuvieron en Buenos Aires. El poeta llegó el 13 de octubre de 1933 y las pocas semanas que pensaba quedarse se transformaron en medio año, gracias a su popularidad y el éxito de sus obras. Se alojó en la habitación 704 del Hotel Castelar, que con el tiempo se transformó en un pequeño museo a su memoria.



Sus amigos no estaban, pero sí la madre de ellos, Esperanza. Ella fue quien enfrentó a la docena de hombres esa tarde del 16 de agosto. Fue un descomunal operativo, con la manzana rodeada y tiradores en los techos. El jefe Ramón Ruiz Alonso, que odiaba al poeta, pidió por él. Estaba acompañado por Federico Martín Lagos y Juan Luis Trescastro.

La mujer exigió que estuvieran presentes sus hijos. Pero no hubo caso: a Federico se lo llevaron igual. A los Rosales les advirtieron que no insistieran con Lorca porque, en definitiva, ellos habían ocultado a un “rojo”, a quien además acusaban de espía ruso, masón y homosexual.

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