Principalmente son personas que
presentan rasgos emocionales y de carácter propios de la infancia, como si el
tiempo no hubiera pasado para ellos.
A continuación te presentamos 10 señales para detectar a
una personalidad inmadura:
1. Inestabilidad y labilidad emocional
Los niños pequeños a menudo pasan de enfadarse a
llorar desconsoladamente y en pocos minutos o incluso segundos, a reír de
nuevo. Por suerte los adultos rara vez lo hacen, pero una personalidad
inmadura, puede cambiar de humor con la misma facilidad. Son especialmente lábiles emocionalmente hablando,
no saben controlar sus emociones.
2. Dificultad para adaptarse a los cambios
Los cambios forman parte de la vida. A los niños este
hecho también les afecta, por supuesto, pero generalmente son los adultos
quienes les guían y toman la mayoría de decisiones por ellos. Una persona
inmadura no ha logrado adquirir las habilidades necesarias para manejar
situaciones y responder a los problemas, todavía esperan que alguien lo haga
por ella y les falta perspectiva de futuro.
3. Desconocimiento de uno mismo y
personalidad poco definida
Como los niños pequeños, una persona
poco madura tiene gran dificultad para auto-observarse, valorar su conducta,
reflexionar en profundidad sobre su forma de ser o pensar, así como entender
cuándo se equivoca para corregir sus errores y madurar en consecuencia. Entre
otras cosas, esto también provoca que sea tremendamente influenciable, dejándose llevar opiniones ajenas, modas
pasajeras o la influencia de cualquiera que en ese momento
tome como líder. Es lo que comúnmente se entiende por «falta de personalidad».
Le cuesta tomar posiciones de forma clara sobre algo o alguien.
4. Comportamientos caprichosos e
irresponsables
De todos es sabido que los niños pequeños se mueven por
antojos y gratificaciones inmediatas, les gusta conseguir lo que desean sin pensar
en las consecuencias. Una persona inmadura emocionalmente actúa de la misma
forma. Cuando quiere algo va a por ello, pensando solamente en la recompensa y
sin tener en cuenta si sus acciones puedan ocasionar o no algún perjuicio a los
que le rodean.
5. Culpar, mentir, insultar
Cuando las cosas les van mal, los niños pequeños culpan casi siempre a cualquier cosa o persona
externa como el origen de su desgracia. Para ellos asumir la
propia culpabilidad es algo tremendamente difícil, pues están formando su
autoconcepto y necesitan creer que este es lo suficientemente bueno. Cuando
maduramos, sabemos reconocer nuestros errores y buscamos la forma de solucionar
los problemas.
Cuando se presenta una situación que es incómoda, los
niños pequeños pueden mentir fácilmente
para mantenerse fuera de problemas. Los adultos en cambio se
ocupan de la realidad, diciendo la verdad, cosa que tampoco hace una persona
emocionalmente inmadura.
Todos nos hemos metido en alguna pelea dialéctica de vez
en cuando. Pero por lo general una persona adulta trata de comprender la
situación y reaccionar con respeto y dignidad hacia la otra persona. Si por
algún motivo pierde los papeles, se suele dar cuenta de que su estallido fue
inapropiado. Los niños por su parte pierden
este control con mucha más rapidez, y se pelea e insultan con facilidad.
Los niños que aún no han interiorizado correctamente directrices maduras de un
comportamiento respetuoso hacia los demás, no han desarrollado la capacidad de
observar sus comportamientos para juzgar lo que es correcto y lo que está fuera
de lugar, ven su ira como algo normal, se autojustifican y culpan sin reparos a
la otra persona. Esto mismo es lo que hace una persona emocionalmente inmadura.
6. Impaciencia e impulsividad, pobre
control de los impulsos
Cuando se enfadan o sienten dolor, los niños se
muestran impulsivos e irreflexivos, actúan desde el corazón. Hablan sin medir sus palabras y son impetuosos, sin detenerse a pensar en las posibles consecuencias de sus
acciones. Del mismo modo, en lugar de escuchar los puntos de vista de los
demás, les interrumpen de forma impulsiva.
Las personas maduras se paran a
pensar antes de actuar, resistiendo el impulso de ponerse a decir o hacer cosas
hirientes sin más. Saben calmarse. Pueden ver más allá del problema, en busca
de más información y análisis de opciones.
No nos equivoquemos, actuar por impulso de vez en cuando
es una característica normal del comportamiento humano, lo que ocurre es que no
es algo que se produce de forma habitual ni en cualquier ambiente por una
personalidad madura.
7. Ausencia de objetivos y
planteamientos realistas
La mayoría de los niños son caprichosos, impacientes y
pretenden lograr sus objetivos de forma rápida, casi inmediata. Les resulta
tremendamente difícil mantener la serenidad que requiere el poder posponer las
gratificaciones para más tarde, por lo que
suelen actuar de un modo primario, guiados casi exclusivamente por antojos,
instintos y deseos del presente, sin reparar en las
consecuencias que pueden implicar tales comportamientos. Esto les impide hacer
planteamientos realistas para lograr sus objeticos, pues ven el presente con
mucha más claridad que el futuro debido a su falta de equilibrio emocional, de
criterios éticos sólidos y de valores estables.
8. Dificultad para aceptar los propios
fallos y limitaciones
Ya hemos visto en el punto 3 que as personas inmaduras
tiene poco conocimiento de ellos mismos. Por este mismo motivo, son incapaces
de aceptar con suficiente madurez y responsabilidad sus propios fallos y
limitaciones. Les es mucho más fácil
ver la paja en el ojo ajeno que la
viga en el mismo, como manda el dicho, exactamente igual que le ocurre a un
niño pequeño. La
intolerancia e inflexibilidad que mantienen hacia los demás contrasta con la
condescendencia que pueden mostrar consigo mismos, lo que no es
más que otra manifestación de su incoherencia interna.
9. Narcisismo
Los niños son narcisistas y egocéntricos por naturaleza.
Una personalidad narcisista presenta
una abrumadora necesidad de admiración y, por lo general, una falta total de empatía hacia los demás,
pero a la vez son personalidades
emocionalmente muy frágiles. Todo gira entorno a ellos, nadie
más cuenta, y si no se salen con la suya, buscan intimidar al otro con ira,
llanto y todo lo que pueda ser mostrado para que le hagan caso y se lleven a
cabo sus caprichos de forma inmediata.
Las actitudes narcisistas pueden parecer inicialmente
propias de personas fuertes, pero en el fondo reflejan rigidez de carácter,
poca confianza en uno mismo y necesidad de reconocimiento a toda costa. Es un
signo de poca confianza en la propia valía y una muy limitada capacidad de aceptación de la frustración.
10. Relaciones afectivas superficiales,
rígidas y exigentes
Las personas emocionalmente inmaduras tienden a idealizar
a los demás en un primer momento, pero poco después se sienten defraudados por cualquier nimiedad y
responden con actitudes rígidas y exigentes. A nivel emocional
les cuesta involucrarse de forma sincera y profunda con otra persona, pues para
ellos lo primero son ellos mismos y sus demandas. Esto es lo que comúnmente se
entiende por «falta de personalidad».
11. Defensas inmaduras
Freud acuñó el término mecanismos de defensa para
definir las formas en que las personas se protegen y / o consiguen lo que
quieren. Los adultos utilizan estos mecanismos de defensa para entender las
preocupaciones de los demás, así como las suyas propias y poder resolver los problemas
de la vida. Estas respuestas a las dificultades son una señal de madurez
psicológica.
Los niños,
como las personas emocionalmente inmaduras, tienden a considerar que la mejor
defensa que un buen ataque. Esta estrategia defensiva de atacar
a cualquiera se trata en realidad de un mecanismo de defensa primitivo y poco
racional.
Otro tipo de defensa primitiva es la negación, como por ejemplo decir:
«¡No he dicho eso!» «¡Nunca hice aquello!» “¡No es culpa mía!”, cuando en
realidad todos hacemos o decimos cosas inapropiadas en alguna ocasión.
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