viernes, 10 de noviembre de 2023

LA ENVIDIA: EMOCIÓN NEGATIVA y muy amarga para quien la padece-

 

Fuente, Clínica Psicológica de la Universidad Diego Portales: Los envidiosos, que tienen una baja autoestima, menosprecian los logros ajenos, los viven como una ofensa a su propio ego, la envidia tiene muy mala reputación.



“Es considerada una de las emociones más negativas. Resulta casi un insulto decirle a alguien que es envidioso o que una persona se declare como tal, porque nuestra conciencia moral nos impide reconocernos de esta forma”, escribió Virginia Urrutia, psicoanalista y docente de la Universidad de Santiago de Chile (USACH).

Por lo visto,"hay un desconocimiento, ya que la envidia no es un defecto de algunos, sino una emoción universal, que se manifiesta espontáneamente en ciertas situaciones".



El diccionario de la RAE define la envidia como el “sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee”. También puede catalogarse como una “pasión malsana que afecta más a quien la vive que a aquel que la despierta”.

Por otro lado, según Albana Paganini, académica y directora de la Clínica Psicológica de la Universidad Diego Portales (UDP), “puede ser un problema si la persona se siente frustrada y no puede desarrollar su vida, se siente tomada por esa amargura”.



Los ojos del envidioso siempre están puestos afuera: en las alegrías, los logros o los talentos de otro. En lugar de mirar en su interior y apreciar lo que es o lo que tiene, se compara, por ejemplo, con su mejor amigo o con una compañera de trabajo, y siempre sale perdiendo. “¡Qué injusto!”, se dice, “a él lo quieren más, a ella la ascienden. Soy yo quien merece eso”. Pero, ¿qué hay detrás de una persona envidiosa?

“Un dolor intenso por la comparación entre lo que percibe y lo que tiene. Ese dolor es lo que llamamos envidia y nos recuerda lo que no tenemos”, explica Urrutia. “Se confunde con el odio, pero no es así, ya que en el odio puede haber placer, sobre todo si se lleva a cabo una venganza que se cree reparatoria.”



“La envidia nunca es placentera, porque pone a la persona en contacto con sensaciones de inferioridad de forma directa”. Ocurre que los éxitos del otro le muestran su propia incapacidad. “Alguien está realizando algo que yo deseo hacer o tener, puedo sentir que no lo estoy logrando, porque no tengo recursos, y que nunca lo voy a lograr”.

Cicerón, el famoso escritor, orador y político romano, decía que “nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro”. Los envidiosos, que tienen una baja autoestima, menosprecian los logros ajenos, los viven como una ofensa a su propio ego.

Usualmente, se trata de personas cercanas: familiares, amigos, parejas, colegas o con las que existe una relación lujuriosa, como veremos más adelante. Desde una perspectiva religiosa, la envidia es uno de los siete pecados capitales, pero no hay que demonizarla: en el desarrollo humano forma parte de la ambivalencia que constituye los vínculos con los otros.

“Hay una idealización de las relaciones, como si los sujetos fueran armoniosos y, en realidad, las relaciones están cruzadas por amor y odio, celos, rivalidad y envidia”, matiza Paganini.

Además de dolor, la envidia provoca en quien la siente ansiedad, hostilidad, rabia y depresión. Y toma diferentes formas. En la etapa escolar, pueden ser las notas; en la adolescencia, las conquistas amorosas; en la adultez, el éxito material, laboral o familiar. Un artículo de la revista Psychology Today enumera Siete razones por las que envidiamos a nuestros amigos (y viceversa): el dinero (un amigo gana mucho y el otro vive al día), las relaciones (uno siempre está con alguien; el otro, no), la fertilidad y los niños (una amiga se embaraza como si nada, la otra lleva dos años en tratamiento), el atractivo físico (hasta los 40; en la mediana edad es “quién envejece mejor”), el peso (alguien con sobrepeso frente a un amigo delgado), el éxito laboral (uno gana más plata o es más reconocido) y las redes sociales (por las fotos que exhiben “felicidad”).

Formas de hacer daño que tienen los envidiosos:

 

La envidia puede ir desde una ironía, pasando por chismes que el envidioso esparce para desprestigiar al envidiado, hasta algo gravísimo.

“A mí no me gusta que me regalen flores, son como de funeral”, puede comentarle una mujer a otra, que acaba de recibir un precioso bouquet. “Es una reacción típica del envidioso.

“Hay una negación, un desplazamiento, una violencia solapada”, enumera Urrutia. Otro ejemplo, una amiga le presta un vestido o una cartera a otra y esta se los devuelve manchados o con alguna falla. “Hay una rivalidad, algo infantil. Sale con excusas como: ‘disculpa, se me cayó y se le hizo un raspón’. Hay un elemento destructivo hacia el otro”. La competencia puede reflejarse, igualmente, en que un tipo se vista como su cuñado o se compre el mismo auto. “Una vez, el amigo de un conocido se construyó una casa en el campo que era igual a la de él: los techos altos, las vigas, la decoración, todo”, cuenta la psicóloga.

¿Qué pasa si la envidia no se controla adecuadamente? “En la envidia destructiva, la persona ve al otro como un obstáculo. Si esa envidia sigue creciendo puede planificar cualquier cosa, incluso, la muerte. Esto, dependiendo de la estructura de personalidad.

La envidia patológica es típica en estructuras de personalidad narcisista y también en los psicópatas. Los envidiosos patológicos se sienten súper amenazados y angustiados por el éxito, la felicidad o la prosperidad de otros, porque sienten que no pueden tener eso. Entonces, si no lo tienen, lo destruyen”.

La envidia también tiene que ver con la “voracidad”, sostiene Urrutia. “Es voraz, en la medida que aumenta esa emoción, ese sentimiento. 

 

 

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