martes, 28 de noviembre de 2023

POR AMOR a los CABALLOS-

 

Ama tanto los animales que quiso estudiar agronomía y también auxiliar veterinaria, pero su conexión la encuentra en su talento para dibujar: retrata caballos a pedido de la gente. Su historia, en una nueva entrega de ELLAS.

 


Siempre me gustó dibujar, expresaba con el lápiz lo que no podía decir con palabras, y de chiquita amaba los animales. Hoy sé que soy una bendecida por dibujar así y vivir de lo que amo, dibujar es mi calma, mi paz”.

Las palabras rubrican una síntesis de lo que siente Federica Oporto, una joven de 27 años que, después de buscar otras carreras para ganarse la vida, se dio cuenta que la principal herramienta estaba en sus manos y su capacidad para retratar caballos (también pinta otros animales) importantes para las personas. 




Nació en Córdoba, pero de pequeña se fue a vivir con su familia a General Pico (La Pampa). Se define como “dibujante, autodidacta”. 

Recuerda ir a una chacra familiar en la que se enamoró de los caballos, que hoy son su pasión, pero también de los animales en general: “Gallinas, conejos, chanchos, ovejas, había de todo y ahí estaba yo”, cuenta.

Empezó a estudiar agronomía, pero dejó; también estudió auxiliar de veterinaria. Sin embargo, después de un tiempo de buscar “un título”, encontró en los lápices eso que estaba buscando



Buscando información en su familia, para saber de dónde venía ese amor por el campo y los caballos, siendo que su madre es periodista y su padre mecánico de aviones, Federica encontró que por parte de su papá, había una tátara abuela que pintaba al oleo, de hecho en su casa hay cuadros. Y un hermano del abuelo de su papá jugaba al polo, y tiene el taco allí en la casa.

“Pintar los caballos y sus historias me permite estar siempre cerca de ellos”, cuenta Federica, que hace un tiempo fue mamá. “Sólo mueren los sueños cuando muere el soñador”, se repite cuando las cosas no van bien o le cuestan. Es su frase. 

En otro capítulo de la serie de podcast ELLAS, Federica es la protagonista.

– ¿Cómo fue tu infancia? ¿Qué hacías de niña?
– Siempre en la quinta de mis abuelos, con mis primos, esos veranos de pileta y muchos animales. Mi abuelo tenía un hermano que tenía unas hectáreas en las que había de todo. Y cuando digo de todo es caballos, conejos, chanchos, ovejas, vacas… y yo siempre metida ahí, tratando de hacer algo, siempre jugando en la naturaleza, en libertad, siempre me gustó jugar sola, porque me gustaba tanto estar con animales que rara vez encontraba alguien que me pudiese seguir en eso. Mi infancia fue esa, conectando con la naturaleza y conmigo misma

– Más allá de ese espacio, ¿qué hacían tus padres? ¿Tenían alguna conexión con el campo?
– No. Mi mamá es periodista y mi papá es mecánico de aviones. Lo de los animales es algo muy mío. Pero después, cuando fui averiguando en la familia, por parte de mi papá hubo una generación que tuvo campo. Y a mi papá le encantan los caballos. El campo siempre fue un lugar donde me sentí feliz. 

– Terminaste el secundario y llegó el momento de estudiar. ¿Qué elegiste y por qué?
– Cuando terminé la secundaria fue medio raro porque todos mis compañeros tenían su carrera elegida y yo no, porque estaba tan metida con el dibujo que no encontraba otra cosa. Había pensado en estudiar bellas artes, pero no me gustaba tanto la salida laboral que tendría. La docencia. Siempre me gustó pintar sola. Me gustaban mucho las plantas, los animales, pensé en veterinaria, pero como me da lástima cuando a un animal le pasa algo no me animé. Así fue como me fui a Santa Rosa a estudiar agronomía. 

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