domingo, 14 de enero de 2024

¿Qué fue la Santa Inquisición? -De lo que somos capaces los seres humanos-

 



LECTURA de FIN de SEMANA: Se conoce como Inquisición o Santa Inquisición a una serie de instituciones y procedimientos judiciales dependientes de la Iglesia católica o de clérigos al servicio de gobiernos seculares que surgieron en Europa en la Edad Media y la Edad Moderna.



Su función era la detección, persecución y condena de la herejía mediante interrogatorios, torturas y otras técnicas de obtención de pruebas. El término “inquisición” proviene del latín “inquisitio”, que alude a la acción de inquirir, es decir, examinar detenidamente algo.



Los procesos eran conducidos por inquisidores, agentes eclesiásticos con la potestad de someter a juicio la fe de las personas y de ejercer roles judiciales y de investigación. Cuando se dictaban penas de muerte, la ejecución del castigo recaía en las autoridades civiles.

La Inquisición surgió como un procedimiento judicial de la Iglesia católica en 1184 cuando el papa Lucio III promulgó la bula Ad abolendam en la que encargó a los obispos que investigaran y persiguieran a personas sospechosas de herejía (es decir, contrarias al dogma eclesiástico) en sus diócesis.



La Inquisición de esta época se dirigió principalmente contra los cátaros y otros herejes como los valdenses, pero funcionó de forma intermitente y no fue organizada por una institución central sino por los obispos. Por esta razón se la suele llamar Inquisición episcopal.

En 1231 el papa Gregorio IX promulgó la bula Excommunicamus, en la que estableció la creación de tribunales eclesiásticos y el nombramiento de los primeros inquisidores sometidos directamente a la autoridad papal, mayormente frailes dominicos y franciscanos. A este grupo de instituciones se lo suele llamar Inquisición papal o pontificia.



La Inquisición en la Edad Media

Los tribunales de la Inquisición pontificia en la Edad Media eran presididos por un inquisidor que actuaba como delegado del Papa. Los procesos por herejía podían comenzar sin que existiera una acusación formal, por lo que una mera sospecha era razón suficiente para iniciarlos.

El inquisidor ofrecía al sospechoso la posibilidad de confesar su culpabilidad bajo juramento y de testificar también contra otros, lo que ampliaba la lista de personas a investigar e interrogar. Estos juicios solían ser secretos y el sospechoso carecía de un abogado o una defensa, aunque se mantenía un registro escrito que anotaba un notario. A partir de la bula Ad extirpanda (1252) del papa Inocencio IV, el inquisidor estaba autorizado a emplear la tortura para obtener confesiones, tarea de la que se ocupaban asistentes laicos.



Los sospechosos solían permanecer encerrados en prisiones mientras duraba el proceso. El inquisidor interrogaba también a testigos y consultaba con letrados. Las sentencias a quienes eran encontrados culpables de herejía eran dictadas en una homilía pública. Quienes manifestaban arrepentimiento podían recibir penitencias religiosas, el estigma de llevar cruces amarillas en sus ropas o la prisión. Quienes se negaban a abjurar eran condenados a morir en la hoguera y entregados a la autoridad secular para que cumpliera la ejecución. Los bienes del condenado eran confiscados y empleados para sufragar los gastos del proceso y de la ejecución.

La Inquisición española.



Aunque ya había sido introducida en el reino de Aragón en el siglo XIII, la Inquisición fue instaurada formalmente en el reino de Castilla en 1478 por la bula Exigit sincerae devotionis affectus del papa Sixto IV. Esta bula facultaba a los Reyes Católicos para nombrar inquisidores que debían investigar y castigar presuntos casos de herejía en el territorio de las coronas de Castilla y Aragón.

Lo peculiar de la Inquisición española fue que, aunque reconocía la autoridad papal, dependía directamente de la monarquía española. La Inquisición portuguesa, que nació a comienzos del siglo XVI, imitó este modelo y quedó bajo la autoridad principal de la corona de Portugal.



Los primeros inquisidores del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (como se llamó a la Inquisición española) fueron nombrados en 1480 y se desempeñaron en Sevilla, donde tuvo lugar el primer “auto de fe” en 1481 que condenó a seis personas a morir en la hoguera. Los “autos de fe” eran ceremonias públicas en las que los acusados podían abjurar de sus presuntos errores o ser entregados al “brazo secular” (es decir, a la autoridad civil) para su ejecución.

El Martillo de las brujas (en latín, Malleus maleficarum) es un tratado exhaustivo sobre brujería y caza de brujas escrito por el fraile dominico e inquisidor alemán Heinrich Kramer con la posible coautoría del fraile Jakob Sprenger.

Se publicó originalmente en Alemania en 1486 y tuvo numerosas reediciones durante los siglos XVI y XVII. Junto con la bula Summis desiderantes affectibus (1484) del papa Inocencio VIII (que daba su aprobación a la persecución y castigo de “brujas” por parte de la Inquisición), Malleus maleficarum contribuyó a difundir por Europa y partes de América la visión de la brujería como una forma de satanismo y como una de las herejías más peligrosas.

Este libro describe el fenómeno de la brujería mediante una recopilación de creencias preexistentes y detalla los procedimientos para descubrir, interrogar (recurriendo a la tortura) y juzgar especialmente a las mujeres sospechosas de ser “brujas”. Además presenta a las mujeres como particularmente inclinadas a caer en la tentación del diablo.

Fuente: https://humanidades.com/inquisicion/#ixzz8OmnAxeyG




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