domingo, 14 de enero de 2024

Un poco de historia de la Quinta de Olivos: ¿Cómo surgió la idea? ¿Quién dono la propiedad?

 

Carlos Villate Olaguer, un bonvivant, soltero y adinerado, donó la propiedad al gobierno nacional. Desde ese momento, los presidentes la convirtieron en su residencia, primero de fin de semana y luego permanente. Las anécdotas, encuentros secretos, escándalos y momentos cumbres del país que sucedieron en la enorme casona.




Una arraigada costumbre entre los conquistadores españoles, cuando fundaban una ciudad, era efectuar un loteo de las tierras anexas a la ciudad fundada y repartirlas entre sus tripulantes.

Juan de Garay no fue una excepción, y cuando el 11 de junio de 1580 fundó por segunda vez la ciudad de Buenos Aires, hizo el tradicional loteo y reparto de tierras, correspondiéndole al militar Rodrigo de Ibarrola el predio en el que hoy está ubicada la quinta presidencial en Olivos.



Poca importancia le asignó Ibarrola a las parcelas que le tocaron, y es difícil saber cuál puede haber sido la sucesión de dominios de ese predio en los años subsiguientes, ya que los sistemas registrales eran por entonces muy precarios. Lo cierto es que transcurrieron casi dos siglos, y en 1774 el predio fue adquirido por quien entonces ocupaba el cargo de Administrador de Correos en Buenos Aires, Manuel de Basavilbaso.

Al fallecimiento de éste lo recibió su única hija, Justa Rufina de Basavilbaso, prima hermana y esposa de Miguel Ignacio de Azcuénaga, vocal de la Primera Junta de Gobierno en 1810.



El matrimonio hizo levantar en ese predio una casona sencilla que utilizaba como residencia de fin de semana. Justa Rufina falleció en el año 1818, mientras que el deceso de su cónyuge se produjo quince años más tarde, en 1833, justamente en el interior de esa casona, mientras era legislador en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires.

Así, el predio y la casa quedaron en manos de uno de los hijos de la pareja: Miguel José de Azcuénaga, quien comenzó a administrar la chacra, utilizándola para criar caballos.

Mientras tanto encargó a su amigo y famoso arquitecto Prilidiano Pueyrredón, que diseñara y construyera una casa de campo más sofisticada que la que habían levantado sus padres.



Miguel José de Azcuénaga no tuvo descendientes y falleció en el año 1873 –mientras la Argentina era gobernada por Domingo Faustino Sarmiento– pasando el inmueble a manos de su sobrina María Rosa Martina de Olaguer Feliú Azcuénaga, cuyo fallecimiento en 1903 hizo que la propiedad quedara en poder de su único hijo: Carlos Villate Olaguer (bisnieto de Miguel Ignacio de Azcuénaga).

Carlos Villate Olaguer era un bonvivant: joven, soltero y adinerado, amante de los barcos y viajes a Europa, pero tuvo la desgracia de fallecer en 1918 cuando apenas tenía 46 años, también dentro de la casa de Olivos.



Pues fue este personaje quien, testamento mediante, donó la propiedad al gobierno nacional con la condición que sea utilizada como casa de veraneo de los presidentes argentinos. Por entonces ejercía la primera magistratura Juan Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús Yrigoyen, quien aceptó la donación el 30 de septiembre de 1918, pero no la visitó nunca.

El sucesor de Yrigoyen, Máximo Marcelo Torcuato de Alvear, y luego el presidente de facto José Félix Uriburu, usaron esporádicamente la casa donada por Villate Olaguer, pero quien por primera vez cumplió con su legado (utilizar la quinta como residencia de veraneo de los presidentes) fue Agustín Pedro Justo, presidente argentino entre 1932 y 1938.



Fue él (primer presidente argentino ingeniero, además de militar) quien se ocupó de embellecer y acondicionar el inmueble donado por Villate Olaguer, asignándole a la emblemática Quinta un rol social: allí debía funcionar la mejor colonia destinada a atender a niños necesitados. Se llamó "Colonia de Vacaciones para Niños Débiles Gral. José Francisco de San Martín".

La mítica Quinta Presidencial continúo funcionando como colonia, hasta que Juan Domingo Perón, luego del fallecimiento de su esposa Eva Duarte, ocurrido el 26 de junio de 1952, decidió ceder parte del predio a la U.E.S. (Unión de Estudiantes Secundarios) para que desarrollen allí actividades deportivas y culturales exclusivamente para mujeres.



Justamente en el predio de la Residencia de Olivos nació un comentado y escandaloso affaire entre el viudo general Perón y una adolescente de 14 años llamada Nelly Haydeé Rivas, quien tenía una activa participación en las actividades que las jóvenes estudiantes desarrollaban en la referida Unión de Estudiantes Secundarios.

Fue en cambio Arturo Frondizi (quien gobernó entre el 25 de mayo de 1958 y el 29 de marzo de 1962, día en el que fue derrocado por el quinto golpe de Estado que hubo en la Argentina), el primer presidente constitucional que residió en la Quinta de Olivos en forma permanente.

Durante la gestión del presidente desarrollista la emblemática residencia fue escenario de uno de los hechos más trascendentes de su gobierno: el encuentro secreto que el entonces presidente desarrollista tuvo con Ernesto "Che" Guevara, el 18 de agosto de 1961, que significó el principio del fin de su mandato, por el impacto que el hecho provocó en las Fuerzas Armadas.

Respecto de los bienes sobre los cuales recae la declaración de interés histórico nacional, no pueden ser vendidos, embargados ni hipotecados, así como tampoco puede modificarse su status jurídico, sino con la previa intervención de la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes históricos. Del mismo modo, los inmuebles afectados no pueden ser gravados impositivamente.

Indudablemente la mítica Quinta Presidencial situada en Olivos, ya es uno de esos sitios históricos que pertenece al patrimonio histórico-emocional de los argentinos.

 

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