Carlos Villate Olaguer, un bonvivant,
soltero y adinerado, donó la propiedad al gobierno nacional. Desde ese momento,
los presidentes la convirtieron en su residencia, primero de fin de semana y
luego permanente. Las anécdotas, encuentros secretos, escándalos y momentos
cumbres del país que sucedieron en la enorme casona.
Una arraigada
costumbre entre los conquistadores españoles, cuando fundaban una ciudad, era
efectuar un loteo de las tierras anexas a la ciudad fundada y repartirlas entre
sus tripulantes.
Juan de Garay no
fue una excepción, y cuando el 11 de junio de 1580 fundó por segunda vez la
ciudad de Buenos Aires, hizo el tradicional loteo y reparto de tierras,
correspondiéndole al militar Rodrigo de
Ibarrola el predio en el que hoy está ubicada la quinta
presidencial en Olivos.
Poca importancia le
asignó Ibarrola a las parcelas que le tocaron, y es difícil saber cuál puede
haber sido la sucesión de dominios de ese predio en los años subsiguientes, ya
que los sistemas registrales eran por entonces muy precarios. Lo cierto es que
transcurrieron casi dos siglos, y en 1774 el predio fue adquirido por quien
entonces ocupaba el cargo de Administrador de Correos en Buenos Aires, Manuel de Basavilbaso.
Al fallecimiento de éste lo recibió su única hija, Justa
Rufina de Basavilbaso, prima hermana y esposa de Miguel
Ignacio de Azcuénaga, vocal de la Primera Junta de Gobierno en 1810.
El
matrimonio hizo levantar en ese predio una casona sencilla que utilizaba como
residencia de fin de semana. Justa
Rufina falleció en el año 1818, mientras que el deceso de su cónyuge se produjo
quince años más tarde, en 1833, justamente en el interior de esa casona,
mientras era legislador en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires.
Así, el predio y la
casa quedaron en manos de uno de los hijos de la pareja: Miguel José de Azcuénaga, quien
comenzó a administrar la chacra, utilizándola para criar
caballos.
Mientras tanto encargó a su amigo y famoso arquitecto Prilidiano
Pueyrredón, que diseñara y construyera una casa de campo más sofisticada que la
que habían levantado sus padres.
Miguel José de
Azcuénaga no tuvo descendientes y falleció
en el año 1873 –mientras la Argentina era gobernada por Domingo Faustino Sarmiento–
pasando el inmueble a manos de su sobrina María Rosa
Martina de Olaguer Feliú Azcuénaga, cuyo fallecimiento en 1903
hizo que la propiedad quedara en poder de su único hijo: Carlos Villate Olaguer (bisnieto
de Miguel Ignacio de Azcuénaga).
Carlos Villate Olaguer era un bonvivant: joven, soltero y
adinerado, amante de los barcos y viajes a Europa, pero tuvo la desgracia de
fallecer en 1918 cuando apenas tenía 46 años, también dentro de la casa de
Olivos.
Pues fue este
personaje quien, testamento mediante, donó la
propiedad al gobierno nacional con la condición que sea utilizada como casa de
veraneo de los presidentes argentinos. Por entonces ejercía la
primera magistratura Juan Hipólito
del Sagrado Corazón de Jesús Yrigoyen, quien aceptó la donación
el 30 de septiembre de 1918, pero no la visitó nunca.
El sucesor de
Yrigoyen, Máximo Marcelo Torcuato de Alvear,
y luego el presidente de facto José Félix
Uriburu, usaron esporádicamente la casa donada por Villate
Olaguer, pero quien por
primera vez cumplió con su legado (utilizar la quinta como residencia de
veraneo de los presidentes) fue Agustín Pedro Justo, presidente
argentino entre 1932 y 1938.
Fue él (primer
presidente argentino ingeniero, además de militar) quien se ocupó de embellecer y acondicionar el inmueble donado
por Villate Olaguer, asignándole a la emblemática Quinta un rol social: allí debía funcionar
la mejor colonia destinada a atender a niños necesitados. Se llamó "Colonia de Vacaciones para Niños Débiles
Gral. José Francisco de San Martín".
La mítica Quinta
Presidencial continúo funcionando como colonia, hasta que Juan Domingo Perón, luego del
fallecimiento de su esposa Eva Duarte,
ocurrido el 26 de junio de 1952, decidió ceder parte del predio a la U.E.S.
(Unión de Estudiantes Secundarios) para que desarrollen allí actividades
deportivas y culturales exclusivamente para mujeres.
Justamente en el predio de la Residencia de Olivos nació
un comentado y escandaloso affaire entre el viudo general Perón y una
adolescente de 14 años llamada Nelly Haydeé Rivas, quien tenía una
activa participación en las actividades que las jóvenes estudiantes
desarrollaban en la referida Unión de Estudiantes Secundarios.
Fue en cambio Arturo Frondizi (quien gobernó
entre el 25 de mayo de 1958 y el 29 de marzo de 1962, día en el que fue
derrocado por el quinto golpe de Estado que hubo en la Argentina), el primer presidente constitucional que residió en
la Quinta de Olivos en forma permanente.
Durante la gestión
del presidente desarrollista la emblemática residencia fue escenario de uno de
los hechos más trascendentes de su gobierno: el encuentro
secreto que el entonces presidente desarrollista tuvo con Ernesto
"Che" Guevara, el 18 de agosto de 1961, que significó
el principio del fin de su mandato, por el impacto que el hecho provocó en las
Fuerzas Armadas.
Respecto de los
bienes sobre los cuales recae la declaración de interés histórico nacional, no pueden ser vendidos, embargados ni hipotecados,
así como tampoco puede modificarse su status jurídico, sino con la previa
intervención de la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes históricos.
Del mismo modo, los inmuebles afectados no pueden ser gravados impositivamente.
Indudablemente la
mítica Quinta Presidencial situada en Olivos, ya es uno de esos sitios
históricos que pertenece al patrimonio histórico-emocional de los argentinos.
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